Monday 5 September 2016

sola me insolo: 2a parte "la zeñora doubtfire"


queridos y queridas, tras la catarsis vital que supuso superar la problemática del viaje barbadense, nos quedamos en que decido pasar unos días veraniegos han solo. lo complicado es decidir a dónde. el abanico de posibilidades es más amplio que un catálogo de ikea y como una se ahoga en un vaso de chupito, parece que en vez de vacaciones me voy a picar granito a una cantera.
con el espíritu de paz vega aún tintineante, la opción A es formentera. mi cabeza, dueña de una pasmosa habilidad para montarse ella sola la película con efectos visuales, banda sonora y créditos finales, no veía más que aguas cristalinas, viento en la cara a lomos de mi vespino, abarcas menorquinas color pastel en mis pies, cesta con fruta fresca en el brazo a ritmo de “independent women pt.1” de destiny’s child. divina la postal mental. hasta que te metes en internet y empiezas a ver precios. la vacación idílica se convierte en un agujero negro de dimensiones siderales para tu bolsillo. paz vega me dice “ciao, pescao”. así que pasamos a la opción B. vacaciones sin muchos aspavientos, baratas. con una casa de veraneo en marbella, la cosa estaba la mar de clara. y como alguno ya se me va a tirar a la yugular con un “mírala la tía pau, que parecía humilde y parece de la jet set”, hago breve inciso. el chalet adosado es de mis abuelos, nacidos en málaga, que lo compraron cuando marbella era un pueblecito de pescadores y no el epicentro de la fanfarria y el despiporre que es hoy en día. mis veranos, lejos del estereotipo marbellí, consistieron en pescaíto frito en el restaurante pepe, la playa del pueblo rodeada de las amigas de mi abuela, misa los domingos abanico en mano y helado de turrón en el paseo marítimo.
dudo que gunilla von bismarck y yo compartamos agenda.
además, como encima la tenemos medio abandonada, pues no hay ni tele ni internet. de nuevo la postal idílica se presenta frente a mi. una servidora sentada en el porche, café recién hecho en la mesa con mantel de topos amarillos, la brisa entra tímida, huele a dama de noche y jazmín, de fondo los niños juegan en la piscina, mientras tanto, una que se debe creer la lena dunham española, teclea sin parar un best seller (como mínimo) en el ordenador. me veo, queridos y queridas, me veo.
me falta tiempo para pillar un vuelo a málaga y allí alquilar un coche. camino a marbella me pongo radio chankete a todo volumen y noto cómo, a ritmo de maría jiménez, me relajo poco a poco. 
sí, efectivamente, necesitaba esto como agua de mayo.
al llegar busco a rafael el jardinero, para que me de las llaves. "rafael el jardinero" todo junto. nunca rafael o el jardinero. sino rafael el jardinero. rafael el jardinero va siempre igual. ya sea año nuevo que mediados de agosto, el modelito es el mismo desde que tengo uso de razón: mono azul de manga larga, botas de albañil, sombrero de paja de granjero y cigarro en la boca con ceniza 3km de larga. total, que rafael el jardinero me da las llaves e insiste en acompañarme a la casa para explicarme unas cosillas. yo le digo a rafael el jardinero que no hace falta. rafael el jardinero insiste. al entrar entiendo por qué. ilusa de mi, pensaba que entraría en la casa de mis recuerdos. esa en la que todo era sol, palmera verde y flores de jazmín. no sé por qué pensé que estaría todo como yo la recordaba, como si hubiese una legión de duendes domésticos mágicos que se dedicasen a mantener la casa en invierno para que cuando la princesa de pitiminí (o sea, moi) se dignase a volver al reino mágico, todo estuviese en perfecto estado.
obviamente, no.
para empezar la verja no funciona. bueno sí funciona pero sólo si echas la llave para la izquierda. si por error se te va la mano un milímetro para la derecha te quedas encerrada. así, directamente. no sé qué es peor si quedarme encerrada dentro o fuera de la casa. el caso es que sea dónde sea me tocaría saltar. observas la verja y la cosa pinta fatal. te sientes un poco indiana jones en busca del grial. claro que ya te gustaría a ti compartir medio cromosoma con harrison ford. porque dios te dio multitud de habilidades pero la agilidad no fue una de ellas. tú y yo sabemos que si me toca trepar por encima del arbusto, acabo con los piños clavados en la baldosa. pasada la verja, el jardín, antes verde y frondoso, es como el desierto de almería. si me pasa un matojo de paja por delante ni me inmuto. al entrar en la casa me hago ilusiones ya que, aparentemente todo está más o menos igual. la emoción me dura más o menos lo que tarda rafael el jardinero en mostrarme cómo la terraza de arriba, antes blanca e impoluta, ha tornado marrón gracias a que unas maravillosas golondrinas han decidido anidar en el techo de mi terraza y, a consecuencia, hay ñorda de pájaro a gogó. ah, y es ilegal quitar los nidos de las criaturitas. ante mi cara de estupefacción, rafael el jardinero me regala un trozo de sabiduría andaluza, volúmen I, con un “ehto ze paza un cepillito, una manguera y como zi ná”.
rafael el jardinero vuelve a sus quehaceres y yo a mi supuesto glamour marbellí. no sé ni por dónde empezar. decido que, ya que estamos en las malas, lo mejor será repasar la casa a fondo. empezamos por los baños. como no puede ser de otro modo, el primero gotea al tirar de la cadena como si eso fuese el río miño, el segundo directamente no tiene cisterna, y en su lugar hay una pedazo de cucaracha del tamaño de una ardilla, que me saluda al verme. cualquiera que me conozca sabe de mi magnífica relación con las cucarachas. no es miedo. es fobia. siento tanto pánico al verlas que lo único que hago es chillar, cerrar los ojos y taparme los oídos. ¿por qué me tapo los oídos? ¿tengo miedo que la cucaracha me vaya a insultar? no, es absurdo lo sé. de ahí que sea un miedo irracional y desproporcionado según la RAE. cuento, además, con un fantástico radar de alta tecnología que me permite detectar este insecto 10km a la redonda. es genial, sobre todo cuando voy con gente y me pongo a dar botes al ver una cucaracha que sólo veo yo.  el caso es que como el nivel de mi fobia gira en torno a alto y "alguien voló sobre el nido del cuco", tras las introducciones entre la cucaracha de la cisterna y una servidora, hice lo que cualquier persona sensata y madura haría: cerrar la puerta y no volver a abrirla jamás. menos mal que el baño que quedaba por chequear funcionaba, si no me veía con el culo en pompa en el desierto de almería ante la atenta mirada de los vecinos.
vista la acumulación de labores, ¿qué decido hacer? ¿quedarme a lidiar con todos los quehaceres de la casa como mujer independiente y adulta que soy? por supuesto que no. como si de la cucaracha se tratase, decido huir de casa como de la peste. me autoengaño y me digo que ahora mismo lo más importante no es limpiar los mojones de golondrina. no, lo más importante es, sin lugar a dudas, ir al mercadona. y claro, como has decidido eludir tus responsabilidades, el karma, que de tonto no tiene un pelo, te dice “¿ande te crees que vas, usain bolt?” ¿y cómo lo hace? obvio, encerrándote en tu propia casa. como es normal, en vez de girar la llave de la verja a la izquierda lo haces a la derecha y la puerta se atasca. ah, y rafael el jardinero ya se ha ido a su casa, por supuesto. así que tienes dos opciones, trepar y, lo más seguro, perder los piños o quedarte a limpiar caca de golondrina. queridos y queridas, cómo estará de bajo el listón que antes que saltar me quedo a rascar ñorda como una posesa.
al día siguiente sucede algo que marcará, sin saberlo, el transcurso de mi viaje. será una frase. en realidad una sola palabra, la que activará algo en mi mente y que afectará el resto de mis días estivales. todo comienza cuando me doy cuenta de que, si no pienso saltar la verja de ninguna de las maneras y pretendo salir de casa en algún momento, tendré que llamar a rafael el jardinero. así que me planto con una silla de plástico en la puerta de la verja como si fuera un bulldog esperando que rafael el jardinero pase por delante mío. rafael el jardinero no tarda mucho en aparecer. y yo, con un tono que dista bastante de lo que viene siendo una persona sana y calmada, le llamo a gritos. al verme le explico lo sucedido (ojo, y de puntillas porque tenemos la puerta de la verja de por medio) procurando no sonar como lo que soy, una imbécil. rafael el jardinero me mira seriamente y, de nuevo, me regala otra de sus frases perteneciente a sabiduría andaluza, esta vez del volúmen II, con un “mire que ze lo dihe no ze cuántas veces que cazi me queo zin zaliba. que a la izquierda, siempre a la izquierda. no ze preocupe que coho lah herramientah y lo abrimoh en un periquete, zeñora”
lo que me deja con cara de haber sufrido un derrame cerebral no es que rafael el jardinero me haya llamado tonta en toda la cara. no. lo que me deja estupefacta es que me haya llamado “señora”. ¿perdone? ¿disculpe? ¿“señora” yo? no, no, no, no, no. no puede ser. aquí ha habido una equivocación. se ha confundido usted. esto debe ser un hecho aislado. como el hombre lleva trabajando siglos en  la urbanización te lo dice por respeto. claro, eso es.
una vez que rafael el jardinero logra abrir la puerta, salgo escopeteada, cojo el coche y no paro hasta llegar a mijas. allí, mapa turístico en mano, me recorro las calles intentando olvidar lo acontecido en las últimas 24 horas. cuando me he visto hasta el último adoquín del pueblo, la última ermita, la última casa blanca con geranios, decido que es hora de ir a comer. me han recomendado un bar que se llama "el niño". así que allá que voy. me meto un menú pal cuerpo que me quedo más a gusto que un arbusto. al ir a pagar, y aún terminando el café, el camarero, muy sonriente, me comenta casualmente, "señora, a lah osho de la noshe empiesan lah nosheh shishilargah" "¿disculpe?" "señora, las shishilargas" me repite, como si fuera corta de mente, y señalando un cartel que lee, hermosamente, "las noches chichilargas. bar el niño. mijas. julio 2016". miro al camarero con cara de interrogación. él me contesta, "shishilargas, porque uno sabe cuando empiesa, pero no cuando acaba".
gran término, el de "chichilarga".
"¿cómo fue la noche? mega chichilarga".
"¿qué te pareció la película? un poco chichilarga"
"¿qué tal estás? ando un poco chichilarga"
pero lo importante del comentario del camarero no fue cuán chichilarga era la noche. no, lo verdaderamente significativo es que, por desgracia, se confirman mis sospechas. es oficial. de un día para otro el andaluz de a pie ha decidido que ya no tienes edad para llamarte “chiquilla” como hacía antaño. de repente, horror de horrores, te conviertes en una “zeñora” para todo dios. para el panadero, para el gasolinero, el churrero, coño, hasta el senegalés del ciber te llama "señora". el problema es que ellos lo saben pero tú no recibiste acuse de recibo. y no sé si es porque te duele en lo más hondo del alma pero parece que no hacen más que repetirlo. antes preguntabas por una calle y te decían  “shiquilla, tú tira tó recto y en la rotonda hira a la deresha camino pa málaga”. ahora no, ahora es “zeñora, usted tire tó recto y en la rotonda zeñora, hira a la deresha camino a málaga zeñora, ¿entiende, zeñora?”.
¡que sí coño! ¡que ya me he enterado que soy una zeñora!
y no veas lo que pica. porque tu cuerpo puede que haya envejecido, pero tu mente no. pero para nada. te deberías estar fijando en el cuarentón interesante que pasa por delante tuyo en la playa, pero el ojo se te va al tolay de 25 con la gorra de béisbol para atrás. claro que así nos va.
yo no puedo ser “zeñora”, señor. vivo en londres. comparto piso sin salón con otros dos. trabajo en el cine y me pinto las uñas azules klein.
una señora es la que va con el monedero metido en el sobaco a por cuarto y mitad de chopped para la merienda de los nietos. señora es la que sabe limpiar jureles con sus propias manos. señora es la que sabe quitar las manchas de tinto con bicarbonato a la par que te hace una paella de marisco para treinta.
yo, queridos y queridos, cómo deciros que disto bastante de esta imagen.
hasta que pasa lo que pasa, claro. y lo que pasa es que de pronto notas indicios. señales que parecen demostrar que, efectivamente, andas camino de convertirte en una señora con todas las letras.
al principio las pistas son sutiles. nimiedades. susurros al oído. como cuando te das cuenta que ir a comprar al mercadona te hace muchísima ilusión. o cuando cocinar tu gazpachito y tu tortillita de patatas es la mar de gratificante. o el día que le das al hábito veraniego de tu abuela y te da por coger flores de jazmín para ponértelas en el escote. y sobre todo cuando te das cuenta que estás con el pandero bien aposentado en tu silla de playa, bajo la sombrilla que has comprado a un precio buenísimo en el hiper asia, cuore en mano, a la par que sorbes un tinto de verano tras un bañito refrescante. éste último ejemplo de susurro no tiene nada. grito munchiano más bien, la verdad.
pero la prueba irrefutable, la definitiva, la que no te queda más que aceptar, es cuando te encolerizas en plena playa al ver cómo el señor que vende las bebidas se ha tomado una lata de fanta y, teniendo una papelera a tres metros, la ha tirado a la orilla. y tú no te has quedado callada, no. tú te has levantado y le has dicho cuatro cosas bien dichas a ese señor. como que es un maleducado. como que qué es eso de que la playa sea un vertedero y que qué poquito cuesta ser una mijita civilizado teniendo la papera delante que le va a comer el trasero de lo cerca que la tiene. y por supuesto no se los has dicho al oído, no, se lo has dicho a grito pelado para que se entere bien la playa entera, como una maruja en condiciones.
por cierto, queridos y queridas, que hablando de los vendedores ambulantes hay que ver cómo ha evolucionado el asunto. antes la retaíla se limitaba a “agua, coca-cola, cerveza” y punto. ahora no. ahora tienen hasta tintos de verano y mojitos recién hechos. pero dónde una nota de verdad el cambio hacia lo ferrán adriá es en el de la gastronomía. lo más elaborado que había visto eran los crepes de nutella y plátano en tenerife con mi amiga maday que casi la palmo del gusto. así que cuando vi lo que circulaba frente a mi, playa arriba, playa abajo, casi me da un ictus. rollitos de primavera…como lo oís, rollitos de primavera recién hechos y servidos en bandeja de cristal! ¿pero dónde estamos, en el diverxo? pero lo más, lo que me ha dejado en un éxtasis quasi-teresiano fue el día que descubrí  qué era aquello de “bomba, caña, triángulo” en playas gaditanas. fue mi prima chindy, natural de san fernando, cádiz, quien le explicó a su prima, la pardilla londinense, que eran vocablos gastronómico-playeros refiriéndose a tipos de bollería. tal cual. el vendedor ambulante despliega su mesita y pone a disposición del consumidor playero una colección de dulces digna de la mismísima mallorquina. menos mal que descubrí esa bandeja creada por el mismísimo lucifer el ultimo día de mi estancia estival, que si no a mi me tienen que remolcar a londres en una grúa. 
tal que así:
que me voy por los cerros de úbeda y os estaba contando mi traumática experiencia con el vocablo andaluz. queridos y queridas, si esta retahíla que os acabo de soltar no es de zeñora que venga alguien y me lo explique.
total, que visto lo visto, me rebelo. ¿yo "zeñora"? me niego a la evidencia. no puede ser. no es posible. y si lo es, lucharé con todas mis fuerzas para que esto no vaya a más. me niego a quedarme en playas marbellíes con el culo amasando la silla del chino para gritarle a los vendedores ambulantes como una psicótica que me faltaban hasta los rulos por dios. no, señor, no.
asi que al día siguiente decido dejar atrás a "la zeñora doubtfire" en el adosado marbellí con su mercadona, su rafael el jardinero, su tortilla y sus jazmines, me cojo el coche y como me creo la más moderna del mundo, me voy de aventura al epicentro de la modernez sureña. tarifa. porque que me diga alguien a mi algún sitio más cool que tarifa, con sus surferos de pelambrera rubia y familias enteras haciendo nudismo a go gó. imposible. 
¨¿pero qué te vas, a pasar el día?” no lo sé. “¿y si te quedas a dormir, dónde?” no lo sé. “¿y cuándo vuelves?” no lo sé. soy moderna. i go with the flow.
sin embargo, queridos y queridas, lo que una sólo aprende con la experiencia es cuán absurdo es pretender dejar atrás algo que ya lleva una bien metido en los bajos fondos de la mochila. a la altura de las bragas y los calcetines, no digo más.
y la pobre aún ni se ha dado cuenta.
mírala.
continuará…

Wednesday 10 August 2016

sola me insolo: 1a parte "la pirata del caribe"


queridos y queridas, cuando por fin decidí que viajaría por mi cuenta, no podía quitarme de la cabeza una frase, "sola me insolo". es lo que repite paz vega sin cesar en la película lucía y el sexo mientras la muchacha pasea por una playa a cuarenta grados a la sombra que parece camino del rocío
y es que una se piensa que cuando viaja sola va a ser como la película de medem. o sea: intentando encontrarte a ti misma, te vas a una isla estupenda, te alquilas una vespino, te vas al faro, te caes por unas rocas y no te rompes la almendra no, sino que, por el contrario, te encuentras a un pedazo de maromo en el lodo que quita tó el sentío y te haces amiga de la más moderna del lugar y, no sólo vuelves a la capital con el cutis como el culito de un bebé que pareces sacada del balneario de la toja, sino que el destino se ocupa de que, tras haber aprendido multitud de lecciones valiosas para tu futuro, acabes con el churri por el que, para empezar, habías salido por peteneras de la capital, disfrutando de un maravilloso ático de 700 metros cuadrados en el centro de madrid en una tarde soleada mientras cantas un rayo de sol (uo-o-o-o-ó).
no.
si fuese así que estaría yo aqui contándoos las penas. no hijos, no. estaría en mi ático malasañero con el susodicho tarareando postcoitalmente. 
eso lo sabe hasta la vecina del quinto.
el caso es que de vez en cuando una se pierde. no sabes cómo ni cuándo sucede, pero sucede. estás como mustia, como apagada. todo te estresa, todo te sienta mal. vamos, que estás hecha un coñazo.
así que un día que ya no te aguanta ni tu santa madre, tu santa madre te dice, “¿por qué no te vas de viaje sola?” (con ese tono que implica un “¿eh, guapita?” nada sutil a final de frase)
en realidad no fue tan sencillo. nada en los mundos de una servidora es así de simple.
todo comenzó allá por las navidades de 2014 cuando tu amiga, llamémosla carla, te dice que por qué no te vienes a pasar la nochevieja a barbados porque ella siempre las pasa allí. tal cual. porque resulta que el padre es dueño de varios hoteles y uno de ellos no está en jaramillo quemado, provincia de burgos, sino en la isla de barbados. es decir, que ella se ha pasado los 31 de diciembres con aire acondicionado, mojito en mano mientras tú y yo, meros mortales, parecíamos dos zombies sacados de the walking dead dispuestos a morderle la yugular a cualquiera que se intentase colar en la barra libre por un vodka "stolichnaya" con limón, que encima era de garrafón, en el megacotillón de turno tras haber perdido casi medio brazo dejando los abrigos en el probador a son de historias de amor de obk. y también ha invitado a nuestra amiga, que vamos a llamar patricia, y que nos podemos quedar en su hotel, y que cree que alicia va a venir con su novio. total que tú no sabes qué hacer. porque es una barbaridad de dinero, y qué pasa si te llaman para trabajar y blablablabla.
el caso es que tras discutir los pros y los contras del viaje, tras analizarlo todo hasta la saciedad con mi madre (y su santa paciencia, porque era para pegarme una torta a mano abierta y punto), saco los billetes.
no sólo estoy contenta de que por fin me voy a ir de vacaciones en no sé cuánto tiempo, si no pletórica que me voy con mis amigas y a barbados ni más ni menos.
sin perder ni un sólo segundo escribo a carla en el watsap contándole la buena nueva y le comento que voy justo después de nochevieja durante una semana.
ella lo lee y escribiendo…escribiendo…escribiendo…escribiendo…
o se alegra mucho y no sabe cómo expresar su júbilo, o no entiendo por qué tarda tanto en contestar..
escribiendo...escribiendo...escribiendo...escribiendo...
hasta que leo la respuesta.
para empezar me dice que no me puedo quedar en su hotel porque lo he dejado para el último momento y está todo ocupado…que dice me ayudará a encontrar algún sitio para quedarme a precio razonable…”¿perdona? ¿me fallan los oídos? ¿qué me estás contando, bonita? ¡tu padre es el dueño del  hotel! ¡el dueño! hello?”
también me comenta, como quien no quiere la cosa, que durante la semana que yo planeo ir, ellos viajarán a la isla de antigua durante varios días, o sea que no nos vamos a ver mucho…
me quedo con la boca abierta frente al móvil. no entiendo absolutamente nada. noto cómo la temperatura de mi sangre comienza a acercarse peligrosamente a la del núcleo solar. no puedo creer que mis vacaciones absolutamente idílicas se hayan convertido, en un momento, en las vacaciones del mismísimo satanás.
me da un siroco.
mi madre intenta relajarme creando, claro está, el efecto contrario.
“bueno, paula, es temporada alta..” “el padre es el dueño”
“bueno, pues cancelamos el vuelo” “pierdo el dinero”
“¿por qué no te vas de viaje sola?”

y aquí es donde lo habíamos dejado.
hay dos razones de peso por las cuales no quería hacer el viaje sola.
1) no me voy de mochilera a perú. no voy a recorrerme la india en busca de mis chakras. no me voy con un pack de viajes para solteros a navegar el nilo. no me voy a visitar a unos amigos que están de erasmus en eslovaquia y luego, hala, ancha es castilla, a visitar el país (también porque ya estoy mayorcita para tener amigos de erasmus, cierto). no. me voy al lugar de destino predilecto por miles de recién casados del mundo. si le das a elegir a la parejita en cuestión visitar nubes de algodón con unicornios, arco iris y cataratas de rosas, o barbados, te eligen barbados.
2)  y esta es la razón de peso. la que duele de veras. la que te da vergüenza admitir y no sabes por qué lo haces en un blog que, no es que lo lea mucha gente, pero sí la suficiente para que vomites un poco por dentro de pensarlo.
no sólo nunca has viajado sola si no que te entra un cólico nefrítico de pensarlo.

y me detengo aquí. la razón lo merece.
te surgen mil y una preguntas (muchas de ellas absurdas) que haces con un tono un tanto histérico y a las que la gente contesta (en su mayoría) como quien contesta a una niña de cinco años.
“¿y qué pasa si mi hotel está lejos de ellas?” “pues te das un paseo. estás en barbados”
“¿y qué hago si tengo que comer sola en un sitio?” “lees un libro, miras el paisaje. estás en barbados”
“¿y qué hago cuando no estén mis amigas?” “te vas a la playa, de turismo, lo que quieras. ¡ESTAS EN BARBADOS!”
pero la pregunta que no dices en voz alta y que supongo es la más importante es, “¿desde cuándo este miedo?”
lo analizas, lo intentas estructurar, descomponer y estudiar. y no lo sé, pero en algún momento de mi vida empecé a tener miedo.
por tonterías, por absurdeces. por no dejar la zona de confort, supongo. siempre he tenido a alguien con quien hacer los viajes. en un momento dado fueron los padres, luego el novio, y en otras ocasiones, los amigos o hermanos.
de lo que no te das cuenta hasta que te da en toda la cara es que todo esto, de pronto, cambia. ya no viajas con tus padres, no tienes novio, y tus amigos o no pueden o tienen sus propias familias. o en este caso, tú te pensabas que ibas de viaje con amigas pero las amigas son unas perras y te han dejado más colgada que una percha.
el caso es que te das cuenta que esto no puede ser así. hay que cambiarlo. una no puede depender de familia, de churris y de amigos. una tiene que depender de sí misma. así que decido viajar sola a barbados.
porque una cosa es tengo que ir sola a barbados y otra voy sola a barbados.
así que hago listas, y listas de listas. de lo que me tengo que llevar, lo que tengo que hacer, lo que tengo que comer, lo que tengo que leer. y me lo compro todo. la guía para barbados, el ebook con los 200 libros que (ilusa de mi) pienso voy a leer, el mp3 acuático para escuchar beyoncé mientras me baño en el caribe (y acabar haciendo acquagym a ritmo de all the single ladies sin darme cuenta como, efectivamente, me pasó, ante la atenta mirada de unos abuelillos germanos a los que les hice mucha gracia).
y, sobre todo, me repito el mantra “yo puedo viajar sola” hasta la saciedad.
con una preparación digna de ir a conquistar el kilimanjaro en vez de a sentarme en una tumbona playera, llego al aeropuerto de gatwick que parece que voy de anfetas hasta las cejas de lo que me he autosugestionado con tanto mantra, tanta guía, tanta lista, tanto ebook y tanto mp3 acuático.
Hasta que me informan que el vuelo se retrasa como mínimo seis horas por motivos técnicos.
“¿¿¿¿¿¡¡¡¡seis horas!!!!????”, grito más que digo…
“bueno, mejor seis horas y que el avión vuele en condiciones a menos horas y que no lo haga, no?”, me dice el de british airways frío cuan glaciar "perito moreno" mientras me da unos cheques comida y me despacha con un “next!” que me deja loca.
total, que llamo al hotel porque un tal malcolm va a venir a recogerme y tengo que decirle que no, que no llego a las tres de la tarde para poder deshacer la maleta tranquilamente y darme un chapuzoncito a la vera de una palmera como yo me imaginaba en mi mundo de punky brewster. no. en realidad llego a las once de la noche cuando, no es que no vea el mar, es que no veo a tres palmos de mi cara porque, efectivamente, en vez de seis horas fueron ocho. y ahí está malcolm, ese negro barbadense de metro noventa y cinco que es como un armario empotrado de ébano que casi no entra en el 4 x 4. ah, y no le entiendo cuando habla. pero nada de nada. y no sé si es el calor o que sigo en modo "aventurero anfetamínico" pero al pobre malcolm le frío a preguntas que, o me contesta con un escueto “yes” o “no” o si se explaya directamente es que no-le-en-tien-do. así que sonrío. porque es lo que hago cuando me pongo nerviosa, sonrío. sonrío y le miro. él me mira, pero no me sonríe.
tupendo.
así que malcolm me deja en sunny beach luxury apartments, que ni es “sunny” porque es de noche, ni es “beach” porque desde aquí se ve la carretera, no la playa, y ni es "luxury apartments" porque esto es más benidorm que el caribe, con esa mesa y sillas blancas de plástico,  con esa cortina de colores tostados, y esa vajilla formada principalmente por botes de cristal de nocilla. 
al día siguiente quedo con mis “amigas” en uno de los pocos momentos en los que las vería en mi viaje a barbados “con ellas”.
primero fuimos a una playa cerca de mi hotel. carla trajo con ella gafas y tubos de bucear para un equipo de fútbol. a mí no me apetecía nada la verdad. se me empañaban las gafas, no veía un pedo, casi muero ahogada por el oleaje y creo haber visto un pez, y en la lejanía. pero la tía erre que erre y, hasta que no nos vió a las tres (carla, patricia y una servidora) que parecíamos las hijas ilegítimas de jacques cousteau, no se quedó contenta. hasta más tarde no supe por qué.
a la noche cena en su bungalow. porque queridos y queridas, mi apartamentito era benidorm y lo suyo era un puto bungalow hawaiano de dos habitaciones, amplio salón y cocina. cuando entro en semejante hábitat me hierve la sangre. no sólo las camas son tan grandes que caben múltiples familias rumanas,  sino que su sofá era como un campo de golf. en el bungalow cabía yo, cojones. como me mosqueo, le doy al pinot noir, y como le doy al pinot noir, empiezo a mosquearme. es lo que tiene.
total que me empiezan a contar lo que han hecho esos días. y ellas, como muy por encima comentan que han ido a ver las tortugas.
para vosotros, que no os habéis leído todas las guías de barbados del mundo esto os importa un mojón, pero yo, que sabía de barbados más que rihanna casi le hecho el pinot noir en toda la cara. la playa, el pueblo…todo lo podía hacer sola, me daba igual. ¿pero eso? ¿justo eso?


“¿perdona? ¿que habéis ido a ver las tortugas? ¿LAS TORTUGAS?“
“sí, bueno, pero que no es nada del otro mundo, te montan en un catamarán, te dan de comer y luego buceas con las tortugas. hoy hemos buceado las tres, ¿no?”
mmm. claro.
ains amiga, que ya entiendo yo porque me metiste el tubo de bucear esta mañana que eso parecía más una traqueotomía que un favor…¡que te corroía la culpa por todo el cuerpo antonia!
así que me voy sola a lo único que me hubiese gustado hacer en grupo. no sólo por la experiencia, sino por dos razones, creo que importantes. la primera es que no sé cuantas veces tuve que contestar “sí, efectivamente” a la pregunta de “¿pero vienes sola?”. me daban ganas de coger un arpón (para seguir con la temática náutica) y, o grabármelo en la frente, o clavármelo en el estómago directamente. qué coñazo de verdad. todo eran grupos claro. el grupito de amigas veinteañeras que te miran con cara de pena, la parejita de turno que es más empalagosa que un bocadillo de chicle o los padres con niño teenager a punto de cortarse las venas de la vergüenza. lo típico. y segundo. ese momento divino e ideal de la muerte que es hacerte un selfie acuático. porque no vas a tener a un total desconocido aguantando la respiración bajo el agua hasta que la tortuga se digne a acercarse a ti para que te haga la foto. no, el desconocido tiene otras cosas mucho mejores que hacer, como hacerse sus propias fotos con la tortuga, o respirar y no morir, por ejemplo. así que ahí me tenéis, queridos y queridas, cámara acuática desechable en mano, gafas de bucear bien apretadas que se me salían los ojos de las cuencas, tubo con el que, a pesar de la simplicidad del mecanismo, tragué más agua que respiré, aletas en los pies que me puse para hacerme la que sabía pero que más que ayudar me complicaron la existencia llevándome cada dos por tres al lado contrario del que quería ir; intentando hacerme un selfie con la tortuga creyéndome gemma mengual. eso no era posar, señores y señoras, eso era contorsionismo puro y duro. la hija ilegítima de jacques cousteau con un ataque epiléptico.
además, que no nos engañemos, objetivamente, dicho así sin tapujos, vista desde fuera parecía una auténtica gilipollas.
a los hechos me remito.


como las cosas andaban un tanto tensas entre las “amigas” y una servidora, e intentando que la sangre no llegase al río, comento que en uno de los días que coincidimos podríamos ir a un pueblecito de pescadores que salía en la guía, ir a la playa que había cerca y de noche comer la pesca del día a la par que disfrutábamos de música en directo dónde, dicen, empezó la mismísima rihanna. ¿buen plan, no?¿pues qué me dicen? que ese día van a ir a no sé dónde de compras.
es en este momento cuando me doy cuenta de que, efectivamente, mi viaje era e iba a ser sola. a éstas alturas las excusas que me dan me las paso por la mismísima periferia.
pues ea, sola será.
total que me cojo un bus infernal lleno hasta reventar que paraba más que andaba camino a mi segunda aventura en solitario. pero no sé si es porque ya había aceptado (por fin) que el viaje era efectivamente sola sin más que, incluso yendo más apretujada que el culo de una estatua, iba feliz.
en la playa conozco a una chica que se llama lian, que como va sola también nos cuidamos las cosas mutuamente mientras la otra se da un chapuzón. lian me cuenta que se dedica a la banca nueve meses del año y los tres restantes los dedica a viajar por el mundo. y cuando digo todo el mundo, es todo el mundo. en ese momento le quedaba áfrica, así que supongo que a estas alturas ya se habrá recorrido el planeta. me muero de envidia. la seguridad con la que hablaba de viajar sola y de sí misma. de cómo decide cuándo y a dónde va. de qué manera no depende de nada ni de nadie. en comparación con ella me siento un ser diminuto e infantil sacada de disneylandia. en comparación con ella soy minnie mouse. con el asunto de no querer molestar, supongo, la pierdo de vista. si la conozco ahora la ato a una silla y la frío a preguntas.
tras disfrutar del atardecer, cerveza barbadense "banks" en mano, me voy al pueblo yo sola. y como pescado del día con ensalada y macarrones con queso (muy típico de barbados), sola. y me tomo un par de cervezas más, sola. y observo al personal, sola. y cuando más tranquila estoy, sola, me encuentro de casualidad con alicia y el novio, que no querían ir de compras y les apetecía mucho mi plan pero que no se pudieron poner en contacto conmigo. así que nos tomamos más cervezas mientras escuchamos música en directo y vemos bailar a las barbadenses con ese culo de gelatina royal tan genial. y es lo bomba.
a partir de ese día soy yo la que digo que no puedo a mis “amigas”. porque no me apetecen nada sus planes, porque estoy genial sola, porque si voy con ellas me voy a perder el atardecer en el sitio que me gusta o no voy a poder acabar el libro que estoy leyendo, porque no me apetece sonreír sin ganas, ni hablar si no tengo nada que decir, y porque, en resumen, no me apetece y punto. 
porque estoy sola, pero no me siento sola.

y llegamos a día de hoy. dos años más tarde de mi aventura barbadense, cansada de currar sin parar, harta, hasta el mismísimo moño, decido que necesito vacaciones. pero esta vez no sólo necesito vacaciones, sino que las necesito sola. esta vez no busco compañía. más bien al contrario. necesito estar por mi cuenta. sin discusiones, sin obligaciones, sin prisas. sin "tenemos que", o "por qué no vamos a", o "es que yo quiero tal", o "estás muy callada, ¿te pasa algo?". 
no, gracias.
me acuerdo de lian.
esta vez no voy sola porque no tengo más remedio, porque me han dejado colgada, por que no me queda otra. no. esta vez sé lo que quiero. quiero silencio, y música, quiero escribir, y leer, quiero mar, y pescado, y escribir un poco más, y sol, mucho pero que mucho sol.
sola me insolo.


continuará...