Qué extraña es la vida a veces.
En ocasiones una está quieta, paralizada, en el sitio, mientras todo cambia a su alrededor. A cámara rápida viendo la vida pasar frente a ti como si fuera un tren, un rayo.
Y de pronto...
Te agarras al tren, al rayo, y eres tú la que va a toda velocidad.
Sin saber muy bien cómo, en un abrir y cerrar de ojos, te encuentras escribiendo este texto en tu nueva casa, en tu antigua ciudad, después de haber pasado seis meses currando en lo que te gusta, rectifico, lo que te apasiona.
¿Cómo ha ocurrido?
Supongo que como suceden las cosas interesantes. Con un paso, una decisión, un "y si..."
El paso fue llamar a antiguos jefes en Londres desde Coruña para ver cómo estaba el panorama. Sin muchas expectativas, la verdad sea dicha.
A la quinta llamada tenía curro para un par de semanas y estaba mirando vuelos solo de ida y habitaciones.
En menos de siete días tenía ambos.
Serendipia, lo llaman algunos.
Aterricé aterrada, sí, pero también, por primera vez en mucho tiempo, emocionada por lo que me deparaba el futuro.
Las dos semanas de trabajo se convirtieron en un mes, el mes en dos, y los dos meses en seis.
Y aquí el segundo paso, la segunda decisión.
¿Qué hacer? ¿Volver a estar parada o seguir en el camino?
No fue difícil. Fue natural, orgánico, como si nunca me hubiese ido de esta ciudad tan monstruosa como fantástica. Llena de oportunidades, de éxitos, fracasos, luces y sombras. Ciudad de la que salí huyendo y que hoy me acoge sin resentimientos.
Mi ciudad, al fin y al cabo.
Volver.
A desesperarme por la locura de esta urbe, a hacer planes con antiguos amigos y la ilusión de crear nuevos. A aburrirme atrapada en el atasco de turno y cantar a voz en grito el hit del momento. A no saber a qué exposición, obra de teatro, concierto ir...demasiado donde elegir, escasos recursos.
Volver a hacer picnics en London Fields, comprar plantas en el Columbia Flower Market, pasear por Victoria Park, cenar en ese vietnamita que se ha puesto de moda, nadar en los lagos de Hampstead Heath.
Volver a levantarme a las cinco de la mañana y no llegar a casa hasta las ocho de la tarde. No ver el sol. Gritar "acción" en un rodaje. Hacer videollamadas con la familia. Contarles cotilleos del set.
Volver a llorar de rabia y llorar de la risa.
Volver a pensar que la vida merece la pena porque un día decidiste dar un paso. Un solo paso. Y ese paso te dio la vuelta a todo. Un mortal hacia adelante con el que sufriste al principio - eso poca gente lo sabe - pero, sorprendentemente, has conseguido caer de pie. Con la sensación de estar de nuevo en la casilla de salida, pero con otras motivaciones, otra actitud, otras herramientas, otros miedos, claro, otras esperanzas también.
Y de nuevo la incógnita, la interrogación. ¿Qué nos deparará el futuro? Supongo que en eso consiste la vida, en aventurarse, en ir paso a paso, poco a poco. Pararse cuando es necesario. A tomar aire, coger fuerzas, para luego seguir...
"Volver...con la frente marchita, las nieves del tiempo platearon mi sien, sentir que es un soplo la vida, que veinte años no es nada, que febril la mirada, errante en las sombras, te busca y te nombra...tengo miedo del encuentro, con el pasado que vuelve, a enfrentarse con mi vida, tengo miedo de las noches, que pobladas de recuerdos, encadenen mi soñar, pero el viajero que huye, tarde o temprano detiene su andar..."