Thursday, 5 June 2025

Sala de espera


 
Queridas y queridos, ¿a quién le gusta esperar?

Ya sea en la frutería, en un semáforo en rojo, en un avión, en la parada del autobús, en el paritorio, la noche antes de un exámen...en fin, que no, que no hay quien le agrade eso de hacer pasar el tiempo sin nada que hacer. Por eso una se pone a mirar el móvil, o se lleva un libro o escucha un podcast, que están muy de moda ahora.
Porque no hay peor sensación que perder el tiempo. 
El tiempo...
Ese que se nos va de las manos para no volver.
Yo si me pongo a pensar muy en serio esto del tic tac del reloj, me tengo que tomar un par de lorazepames para que el hámster que convive en mi cerebro deje de dar vueltas en su rueda de juguete.
Siempre en movimiento mental. Mi hámster y yo. Siempre intentando parar ese deseo irrefrenable de gritar...

Y qué mejor representación de esta desesperación que una sala de espera. Ese habitáculo estancado en un mar de tiempo. Un presente partido entre el pasado (cómo entraste) y el futuro (cómo saldrás). 
Como metáfora me sirve.
En ella me encuentro. En esa sala en la que una no sabe muy bien qué hacer. Si mirar por la ventana (si es que la hay) o mirar constantemente el reloj...lento, lánguido, eterno, daliniano. O dar un paseíto, seguramente poniendo más nerviosos a los que esperan como tú.

Porque ya está hecho. Ya he hecho todo lo que podía hacer. Y ahora toca...
Toca volverse un poco loca, no nos engañemos.
Es la naturaleza de mi trabajo.
Esperar...a una llamada, un mensaje, un email, una señal de humo. 
Porque tú ya has mandado todos los "queridos muy señores míos" y los "¿qué tal va todo?" posibles al inmenso mar, en pequeñas, diminutas botellas de cristal...y ahora toca. ¿El qué? Eso que estáis pensando, esperar.
Solo necesitas un "sí". Es cierto. Pero hasta que llega la afirmación...avemaríapurísima. A una se le conforma un nudo marinero en el estómago difícil de desliar. 
Así que, ¿que haces?
Lo que buenamente puedes. Escribes, pasas la aspiradora, vas a al gimnasio, cocinas, escuchas música clásica para que no te de un colapso, vuelves a pasar la aspiradora, chequeas los mensajes cada dos minutos, vuelves a pasar la aspiradora...y así en un círculo sin fin.

Alguno sí ha contestado. Pero en términos pero que muy vagos..."puede que haya algo en julio"...es decir, para julio no me acuerdo ni de tu nombre. "Me guardaré tu currículum para próximos proyectos"...ya te digo yo dónde acaba ese currículum que has hecho con tanto amor, en el cubo de la basura virtual. 

Así que como decía, me encuentro en la sala de espera. 
Me la imagino más que de médico, de casting de circo. Un payaso haciendo virguerías con un patinete y unas pelotas rojas de goma, el domador de leones leyendo el periódico mientras su león yace a sus pies pacientemente, la cantante soprano haciendo gorgoritos...y luego yo, que observo para luego contaros mis peripecias. 
Pero aquí no hay ni peripecias ni "peripecios". Hay tiempo, como ya he dicho, y poca, pero que muy poca paciencia.
Pienso que a lo mejor debía retomar el punto de cruz. Pero la última vez llené la casa de bufandas y gorros con hermosísimos pompones y estamos a mediados de junio como quien dice. No cuadra.
Pienso entonces que podría comenzar a meditar. Encender alguna de las velas que compré en Ikea como si no hubiera un mañana y que tengo aún por estrenar, ponerme una música digna del Himalaya y mirar a ver si estos saltimbanquis que tengo en la barriga bajan un poco el tonito.
Pienso que si no, podría escribir un cuento, o un corto, o, qué coño, ya puesta, un largometraje. Y en cuanto me siento frente al ordenador me entra una perecísima que no puedo con my life. Que lo escriba otra.

Total, que pasan los días, con sus respectivas horas, minutos y segundos, y yo sigo con un ojo de frente y otro de reojillo mirando el móvil por si llega alguna noticia de ninguna parte. Bizca perdida que ando, vaya.
Todo porque un día mientras estabas sentada en la butaca de cine te diste cuenta que había señoras y señores que se dedicaban a eso de hacer películas.
Qué momentazo.

Así que, a esperar toca.

Anda mira, una contorsionista...

Wednesday, 14 May 2025

Volver


Queridas y queridos,
Qué extraña es la vida a veces.
En ocasiones una está quieta, paralizada, en el sitio, mientras todo cambia a su alrededor. A cámara rápida viendo la vida pasar frente a ti como si fuera un tren, un rayo.
Y de pronto...
Te agarras al tren, al rayo, y eres tú la que va a toda velocidad.
Sin saber muy bien cómo, en un abrir y cerrar de ojos, te encuentras escribiendo este texto en tu nueva casa, en tu antigua ciudad, después de haber pasado seis meses currando en lo que te gusta, rectifico, lo que te apasiona.
¿Cómo ha ocurrido?
Supongo que como suceden las cosas interesantes. Con un paso, una decisión, un "y si..."
El paso fue llamar a antiguos jefes en Londres desde Coruña para ver cómo estaba el panorama. Sin muchas expectativas, la verdad sea dicha.
A la quinta llamada tenía curro para un par de semanas y estaba mirando vuelos solo de ida y habitaciones.
En menos de siete días tenía ambos.
Serendipia, lo llaman algunos.
Aterricé aterrada, sí, pero también, por primera vez en mucho tiempo, emocionada por lo que me deparaba el futuro.
Las dos semanas de trabajo se convirtieron en un mes, el mes en dos, y los dos meses en seis.
Y aquí el segundo paso, la segunda decisión.
¿Qué hacer? ¿Volver a estar parada o seguir en el camino?
No fue difícil. Fue natural, orgánico, como si nunca me hubiese ido de esta ciudad tan monstruosa como fantástica. Llena de oportunidades, de éxitos, fracasos, luces y sombras. Ciudad de la que salí huyendo y que hoy me acoge sin resentimientos. 
Mi ciudad, al fin y al cabo.
Volver.
A desesperarme por la locura de esta urbe, a hacer planes con antiguos amigos y la ilusión de crear nuevos. A aburrirme atrapada en el atasco de turno y cantar a voz en grito el hit del momento. A no saber a qué exposición, obra de teatro, concierto ir...demasiado donde elegir, escasos recursos. 
Volver a hacer picnics en London Fields, comprar plantas en el Columbia Flower Market, pasear por Victoria Park, cenar en ese vietnamita que se ha puesto de moda, nadar en los lagos de Hampstead Heath.
Volver a levantarme a las cinco de la mañana y no llegar a casa hasta las ocho de la tarde. No ver el sol. Gritar "acción" en un rodaje. Hacer videollamadas con la familia. Contarles cotilleos del set. 
Volver a llorar de rabia y llorar de la risa.
Volver a pensar que la vida merece la pena porque un día decidiste dar un paso. Un solo paso. Y ese paso te dio la vuelta a todo. Un mortal hacia adelante con el que sufriste al principio - eso poca gente lo sabe - pero, sorprendentemente, has conseguido caer de pie. Con la sensación de estar de nuevo en la casilla de salida, pero con otras motivaciones, otra actitud, otras herramientas, otros miedos, claro, otras esperanzas también.
Y de nuevo la incógnita, la interrogación. ¿Qué nos deparará el futuro? Supongo que en eso consiste la vida, en aventurarse, en ir paso a paso, poco a poco. Pararse cuando es necesario. A tomar aire, coger fuerzas, para luego seguir...


"Volver...con la frente marchita, las nieves del tiempo platearon mi sien, sentir que es un soplo la vida, que veinte años no es nada, que febril la mirada, errante en las sombras, te busca y te nombra...tengo miedo del encuentro, con el pasado que vuelve, a enfrentarse con mi vida, tengo miedo de las noches, que pobladas de recuerdos, encadenen mi soñar, pero el viajero que huye, tarde o temprano detiene su andar..."