Tuesday 17 October 2023

Matt Damon y yo

 


Queridos y queridas, nunca he sido fan de Matt Damon. Me ha parecido como una patata sin sal, insulso. Le veía en las pelis y pensaba...meh. Ni fu ni fa. Un brócoli me parecía más expresivo, mira tú. 

Duras declaraciones por mi parte, lo sé.

Hasta que le conocí.

Corría el año 2016 y acababa de terminar mi primer trabajo como tercera ayudante de dirección de cine. Casi la palmo de la ansiedad y la histeria. En serio, casi me explota la almendra. Pensando que a partir de entonces ya no sería auxiliar de dirección nunca máis, como soy prima segunda de Murphy y su puta ley, me llaman y me ofrecen dicho puesto. Eso sí la peli es de Bourne y se rodaría entre Tenerife y Londres. No sólo tendría la oportunidad de trabajar con Matt Damon y Paul Greengrass, sino que, y más importante para mí, con Chris Carreras, el primer ayudante de dirección de muchas de las películas de Harry Potter, una auténtica leyenda. Yo, que me quiero dedicar a esto, no puedo perder la oportunidad de trabajar mano a mano con semejante titán del cine. Digo "dónde hay que firmar" y me voy para Tenerife. 

Nota: Ya nos vamos dando cuenta que tampoco se vive tan mal con este trabajo, que si viajas, que te pagan el vuelo, que te ponen el hotel, las dietas... Nos enteramos, ¿no? Y bueno, que las Islas Canarias vienen siendo un lugar recurrente en el blog, vamos. Solo quería subrayarlo. Gracias, prosigamos.

Total, que llego a la isla chicharrera y me acomodo en el hotel donde vamos a pasar casi tres semanas. No me quejo.

Comenzamos a rodar. "Exterior calle noche". Está claro lo que quiere decir. Que vamos a ser vampiros durante días. Comenzamos la jornada a las ocho de la tarde y, con suerte, a las seis de la mañana estamos de camino a la piltra. Bueno, por lo menos te puedes levantar y, cuan croqueta, ir rodando hasta la playa.

La escena consiste en unos disturbios por las calles de Atenas (en teoría Tenerife hacía de la ciudad helénica...la magia del cine), en los que Bourne ha de camuflarse para poder escapar de unos tipos que le persiguen. Todo muy original, oiga.

Total, que como ya hemos aprendido en este blog, debo tener cara de traductora oficial de los rodajes británicos, porque el segundo ayudante de dirección me llama al set, un vagón de metro ligero, y me dice que le vaya traduciendo a Matt Damon lo que el conductor le diga. 

Sin un mísero "nice to meet you", que es lo mínimo en estos casos. Me ponen en medio del muchacho actor y del conductor del metro y ala, ancha es Castilla, a traducir. Matt me mira concentrado mientras le suelto un rollo "macabeo" en inglés de cómo tiene que accionar el dispositivo para que éste abra las compuertas. Después de un monólogo Shakesperiano, él me mira, me sonríe, y me suelta en castellano "¿Cómo? ¿Así?" y abre la puerta. "Ah, ¿pero que hablas español?", pregunto entre anonadada y un tanto mosca tras el sobre esfuerzo mental con el que acabo de lidiar. "Un poco, mi mujer es Argentina", me contesta con un perfecto acento y todo "pichi". Pues ya me lo podría haber dicho un poco antes, básicamente unos diez minutos, cuando empecé a soltarle semejante milonga. 

Pero esto nos unió claro. A ver, no es que tuviésemos un saludo secreto a partir de entonces. El muchacho actor era muy amable y saludaba a todo el mundo por las mañanas. Me diréis, ¿lógico, no, Paulis? Pues no, queridos y queridas, la mayor parte de los actores y actrices de alta alcurnia pasan cuatro pueblos de lo que viene siendo la plebe, o sea, el equipo. A no ser que les puedas dar algo a cambio, por supuesto. Por ejemplo, los directores de foto. Porque son los encargados de que salgan con la cara lisita como una plancha o feos como un orco. Pues les conviene. ¿Pero conmigo? ¿Una mera auxiliar de dirección? Ni agua. Ojo, insisto, algunos actores y actrices. En mi experiencia, cuanto más experimentados sean los actores y actrices más educados serán. Los de la nueva escuela se les sube pronto a la cabeza y suelen ser medio gilipollas. Excepciones hay en todos lados.

Matt es bien. Nos saludamos, nos preguntamos que qué tal y ahí acaba nuestra conversación porque no le vamos a pedir peras al olmo.

Hasta aquel día que lo cambió todo.

Pero vayamos por partes.

Una vez acabada nuestra aventura en Tenerife nos volvemos diligentes a Londres a rodar parte de la película en un estudio, parte en localizaciones por la ciudad.

Nota: He de aclarar que Paul Greengrass, el director, viene del documental así que rueda de una forma super libre y a veces hasta radical. No se anda con chiquitas. Si ve un sitio que le gusta, rodamos ahí, así de simple. Que los productores se encarguen de los permisos y el papeleo que para eso están. Bien, aclarado esto, prosigamos.

La escena a rodar: Bourne huyendo de dos tíos que le persiguen de la CIA, para variar. De pronto, gira una esquina, ve una falsa puerta, entra y se queda dentro para despistarlos. Cuando han pasado de largo, sale de nuevo y, muy listillo él, corre en sentido contrario. Un hacha el Bourne.

Bien pues había que rodarlo, ¿no? Obviamente. ¿Qué implicaba esto? Que Matt (mi súper colega Matt), tenía que entrar por esa falsa puerta, quedarse dentro del cuarto, esperar un tiempo prudencial y salir escopeteado de ahí. Algunos, que sois listos como el hambre y seguís mis andanzas cuan fans empedernidos habréis adivinado lo que viene a continuación. Porque, en ese momento en el que la Paulis andaba un poco despistadilla, escucha al primer ayudante de dirección decir, "necesitaremos a alguien dentro del cuarto para darle la señal a Matt para salir". Mira alrededor. ¿Y quién creéis, queridos y queridas que fue la afortunada a la que le endosaron semejante honor? "Paula, tú le darás la señal desde dentro". ¿Quién? ¿Yo? Cómo no, surprise, surprise, qué raro que me toque a mí, mari Carmen.

Entro en el cuarto y... ay diosito de mi vida, oh my fucking god, que es un cuarto de basuras. Tal cual. Y, para más inri, sin luz. Matt Damon y yo vamos a tener que estar dentro de un cuarto lleno de mierda a oscuras cuando lo máximo que hemos hablado ha sido algo así como "pues la verdad es que hoy hace buen día", "sip, se ve despejado". Me echo a temblar. ¿Y yo qué hablo con este buen señor en la más negra oscuridad en un cuarto de deshechos?

Las primeras tomas ni tan mal, porque Matt literalmente tiene que entrar y salir así que es todo mega rápido. Por un instante, por un momento, creo que me voy a librar de tener que sacarle conversación. Qué ilusa soy. A estas alturas ya tendría que haber aprendido que la vida siempre, siempre se me complica si no me la complico yo. 

Paul Greengrass, el director, quiere hacer unos primeros planos de Bourne saliendo de la falsa puerta y para ello, ¿qué tiene que hacer Matt?, empezar dentro del cuarto de la basura dónde Paula le dará la señal para salir. 

Así que ahí estamos los dos, que casi no nos vemos, preparadísimos, cuando de pronto me comentan en la radio "Paula dile a Matt que casi estamos, que hay un pequeño problema técnico con la cámara". 

Mecagoenlaputayentodoloquesemenea que me toca hablar con él.

Silencio incómodo...

Me apoyo en un contenedor de basura. Me quito. Joder, que asco. Piensa, Paula, piensa, pordiossantoyelarcangelsangabriel, de qué hablo yo con este señor. ¿Qué tengo yo en común con un tío que viaja en jet privado y cena sushi todas las noches? ¿Que tiene casas de millones de dólares y con más baños que habitaciones y yo teniendo que compartir mi váter con dos personas y haciendo el baile del sambito en la puerta porque está ocupado y me cago viva? ¿Qué tengo en común, queridos y queridas? ¡¡¡¡¿Qué, coño, QUÉ?!!!!!!

De pronto, se me ilumina la bombilla...

"The glamour of filmmaking huh?" ("El glamour del cine, eh?"), me atrevo a decir. Oigo una risa en la oscuridad, sincera, risueña. "Fuck yeah" ("Joder, sí"), me dice con su acento bostoniano. Nos reímos, por que no es que se pudiese cortar el silencio con un cuchillo, queridos y queridas, no. Sino con un puto machete. Y a machetazo limpio me lo cargué.

Y no sé cómo empezamos a hablar entre toma y toma. En la opacidad. Entre desperdicios. De lo bien que iba el día de rodaje a pesar de todo, de lo majo que era Paul Greengrass. De pronto pasamos a sus hijas y su mujer. Y hablamos un poco de español. Y cuando mejor me lo estoy pasando ya hemos conseguido el plano, y tenemos que salir. Y la magia desaparece, y es una pena.

Volvimos a nuestros "good morning" habituales y a los "parece que hoy va a llover" frecuentes, pero de vez en cuando coincidíamos y alguna cosilla más sí que caía. Sobre España, sobre la educación, la inmigración. Daba igual, siempre había algún tema.

Hasta que llegamos al final del rodaje, y nos dijimos nuestros "adioses" y nuestros encantados de habernos conocido.

Desde entonces ya no le puedo ver igual, ni a él ni a sus películas. 

Ya de brócoli, nada. Es una patata con sal.

Y esta, queridos y queridas, es la historia de Matt Damon y yo.

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