Monday 23 October 2023

Antipáticas


 Queridos y queridas, este tema me toca especialmente la pepitilla. Avisad@s estáis.

Dicho tema no es nuevo, como es obvio. Mismamente el otro día escuchaba a las maravillosísimas Isa Calderón y Lucía Lijtamaer hablar sobre este asunto en el más que recomendable podcast "Deforme Semanal Ideal Total". En él explicaban cómo por ser mujer, estamos condicionadas por la sociedad a ser agradables y educadas a todas horas y en todas las situaciones posibles.

Una mujer cabreada, es una mujer histérica.

La perenne frasecita de "pero mujer, sonríe", creo, nos perseguirá de por vida. 

Aparentemente, una mujer no puede ser borde, contestataria, maleducada, seria, incorrecta. No, eso está reservado única y exclusivamente para los hombres. Las mujeres debemos cargar con unos pompones de animadoras permanentemente y no quejarnos. Punto.

¿Exagerada, yo? Ya veremos.

¿Feminista, yo? Sí, esto sí, para que nos vamos a engañar. Siempre.

Pero a los hechos me remito.

Para empezar voy a poner un ejemplo que muchos conocéis o, al menos os suena. Hace unos años, en un partido de tenis femenino, el juez de silla señaló una falta anti-deportiva a Serena Williams por, según él, recibir ayuda de su entrenador. Yo no entro si esto fue cierto o no. Pero ella no sólo se cabreó, sino que perdió los nervios. La lió pardísima. Lo recuerdo vivamente porque no hubo informativo que no abriese al día siguiente con las imágenes de una Serena Williams descompuesta. Y ya no digo en la sección de deportes, no, el propio informativo. Corte a un debate general. La discusión: si la tenista se había propasado en sus formas. No faltaron, por supuesto, tertulianos en la radio y en la televisión para debatir este tema. A mí, me parece curioso cuanto menos. Algunos tenistas masculinos llevan reventando raquetas desde que se inventó la pelota de tenis. Insultan a los árbitros, a los espectadores, gritan, amenazan y, sin embargo, o no se ve en las noticias o aparece como una pequeña reseña en la sección de deportes que es, sin lugar a dudas, donde pertenece. La diferencia de trato fue más que evidente. Ver a una mujer y, más aún, a una Serena Williams perdiendo los papeles era un notición. Porque las mujeres no debemos, no podemos descomponernos y, menos, ante millones de personas.

Pero no hay que irse a las grandes celebridades para encontrarnos estos casos. Nosotras, sí, sí, tú y yo, podemos llegar a sufrir este tipo de fechorías todos los días. 

Yo mismamente, en el trabajo, he tenido que aguantar que me llamen "antipática" en múltiples ocasiones. Todo porque no voy con una sonrisa en la cara como si fuera "Miss Alicante" las veinticuatro horas del día, señor. En cuanto estoy con una cara neutra, están los típicos "¿qué te pasa?", "¿por qué tan seria?" o el ya anteriormente citado "pero mujer, sonríe". Que cualquiera diría que trabajo de animadora infantil en vez de ayudante de dirección de cine. Y mientras mi compañero de trabajo está más serio que un poto nadie le dice nada porque claro, estará concentrado, en sus cosas, no vayamos a molestarle. Pero a nosotras no, a jodernos y aguantarnos, a sacar los pompones de nuevo y a animar el cotarro.

Pero esto viene, como siempre, de nuestra tierna infancia. De toda la vida se nos ha enseñado desde niñas a ser amables con todo el mundo, discretas con nuestras faldas, simpáticas con los invitados. Lo "lógico" y "normal". Mientras tanto los niños...los niños eran unos monos araña que se colgaban de las lámparas, que chillaban y si no querían saludar, no saludaban porque "claro, es que tienen un carácter...". No me digáis que no os suena. A mí la trompeta.

Y así vamos creciendo. Intentando complacer a todo el mundo, evitando la confrontación a toda costa e ignorando lo que es un "no" hasta que un día se te hinchan los ovarios. Te dices, "¿Pero tengo cara de gilipollas o qué?" y te lías la toalla a la cabeza y dices "Hasta aquí hemos llegado". Así que empiezas a poner límites. Sí, sí, comienzas a delimitar hasta dónde pueden llegar los otros y entonces, ah Mari Trini, es entonces cuando te conviertes, oficialmente, en una "Antipática". Porque ya no te riges por sus normas, sus reglas, sus absurdas exigencias. Ya no eres tierna como un "oso amoroso", ya tienes carácter. ¡Oh dios mío! ¡Cuidado, todos a cubierto! ¡Es una bomba nuclear a punto de estallar!

Lo vemos en políticas que no se dejan amedrentar, actrices o cantantes que ya no contestan preguntas machistas estúpidas, o mujeres de a pie que no van a sonreír porque a ti te salga de los santos cojones. 

Sonreiré cuando me salga de los ovarios, cuando algo me haga de verdad reír, cuando quiera, no por ser mujer y tenga que agradarte a ti, la mitad de la población. 

Sonreiré cuando no me digan que sonría.

Sonreiré cuando mis tampones y compresas no se consideren un artículo de lujo y sean de necesidad básica, como es lógico y normal.

Sonreiré cuando pueda andar tranquila de noche sin cagarme viva pensando que me pueden violar.

Sonreiré cuando no sienta que en mi trabajo tengo que demostrar el triple que mis compañeros masculinos para conseguir el mismo puesto.

Sonreiré cuando sepa a ciencia cierta que mis sobrinas no tendrán que sufrir ninguno de los problemas anteriormente citados.

Entonces, sí, sonreiré.

No comments: