Monday 1 August 2022

Gal Gadot y yo


 Queridas y queridos, qué importante es la representación. Cuando una o uno se ve en la pantalla parece como que nace, existe, es. Nos pasa a todas y a todos. Bueno, menos a los hombres blancos heterosexuales normativos que se tienen hasta en la sopa de fideos. ¿Pero el resto? El resto ansiamos vernos como agüita de mayo. 

Y es lo que me pasó con Wonder Woman. Pero al principio no. Flipé. Pero al principio no. Y se me puso el vello como escarpia. Pero, y lo habéis adivinado, al principio, no. 

Lo explico, mejor, ¿no?

Retrocedamos al año 2016. Leavesden Studios, a las afueras de Londres. Una más que alterada Paula había conseguido trabajo de tercera ayudante de dirección en la segunda unidad de la película del momento en la ciudad, Wonder Woman. Trabajaría junto con los mejores especialistas del mundo y vería luchas y escenas de acción que ni podía llegar a imaginar. Tenía la energía de un chihuahua. No podía parar. De hecho alguna que otra vez mis jefes me tenían que controlar los subidones, parecía que estaba puesta de barbitúricos, jesús. 

Primer día de rodaje y conozco a las dos dobles de Gal Gadot. Dos pedazo de atletas como dos copas de un pino. Las tipas son como jaguares. Pero en ninjas. Que se tiran de un torreón a 100 metros de altura (con arnés de seguridad, claro, pero vamos tírate tú, digo yo), como que te hacen tres dobles mortales con tirabuzón sin que se les mueva un pelo de la peluca, oiga. Son bestias pardas. Todo el día dale que te pego que si al gimnasio, que si zumos verdes, batidos de proteínas, más gimnasio y a rodar. Y yo que me quedaba sin aire al pegarme la carrerita de turno para comunicarles que estábamos listos en el set. Una pena. Ah si, y entre toma y toma, concurso de abdominales. A ver quién hacía más. A mi me entraba flato de verles. Ya digo, pena sorda y de llorar.

Mis días pasaban plácidamente entre batallas, patadas, cuerdas de seguridad, alguna que otra explosión y las dos dobles. Cuál es mi sorpresa cuando se nos comunica que vamos a rodar con la primera unidad, o sea con Gal Gadot, la mismísima Diana Prince, Wonder Woman para los amigos. Me hago un churro. Si ya currar con dos atletas es duro para el ego, no me quiero imaginar ponerte al lado de la mismita princesa de Temiscira. Trago saliva. Respiro hondo. Yo, en teoría, no tengo que lidiar con ella porque me tengo que ocupar de los especialistas soldados, asín que, a otra cosa mariposa. 

Llega el día. En la segunda unidad estamos nerviosos porque estamos acostumbrados a ir a nuestra bola, sin la tensión de los actores principales. Tenemos todos el culillo un tanto apretado, y se nota. Yo, que siempre estoy a mi bola, ni me entero que la mismísima Gal Gadot ha salido de su carpa/camerino. Ella, con su mítico corsé dorado y rojo, su fabulosa falda y su más que legendario látigo. Ella, que no puede ser más glamurosa, divina y perfecta se acerca hacia mí. Sí, sí, a mí. Yo, sin pisparme. Yo, que voy echa una cochambrera, que llevo diez horas de pie y debo oler a establo. Yo, que creo recordar que algún lamparón debía llevar en la camiseta de engullir mi comida en diez minutos. Yo que, no nos engañemos, soy más bien de altura media y rellenita. Yo, no me doy cuenta de nada, hasta que alguien me toca el hombro. Me giro rápido, pero me paro en seco, con la boca abierta. Obviamente, no me esperaba a la mismísima Gal Gadot. Ella pega un pequeño respingo, porque claro, me he dado la vuelta que ni Lola Flores con su bata de cola. Me quedo mirándola embelesada. Qué bellezón. Y yo con lamparones, joder. ¿Qué querrá esta diosa de mí? Como leyendo mis pensamientos, me pregunta, "Can I ask you for a favor?" ("¿Puedo pedirte un favor?"). No puedo hablar, tan solo afirmo con la cabeza, como una pava. "Could you please bring me a green salad, no dressing, lots of tomatoes and olive oil on the side?" ("¿Podrías traerme una ensalada verde, sin salsas, mucho tomate y aceite de oliva a parte, por favor?"). One moment please, que creo que me he caído y me he dado un golpe en la cabeza. ¿Soy yo, o la Gadot ha pillado a la primera que ha visto por banda y le ha hecho un pedido a domicilio? Eso o me ha confundido con catering. 

Mis jefes, descojonados con la confusión, me hacen ir a por la maldita ensaladita. Que iba que trinaba, es tirar por lo bajo. Iba, creo, hasta hablando sola, con mi camiseta con lamparones, sudando como un pollo de corral porque catering estaba donde cristo perdió la sandalia, de una mala leche que no os podéis ni imaginar. ¿Y quién se me aparece torciendo la esquina como si fueran diosas del olimpo? No podían ser otras que unas quince amazonas de metro ochenta, con el vestuario y el maquillaje de la película, todas acercándose a mí cuán gacelas a cámara lenta y pelo al vent. Y yo como un jabalí. De verdad, ¿qué más, señor, qué más? 

Todas por supuesto majísimas y monísimas me saludaron super amables. Mientras, yo espeté un mero "hmg" con mi mirada puesta en frente para no tener que hacer la post-comparativa. Virgen santa, qué cuadro. Pero de Picasso.

Así me pasé tres meses como tres soles. Rodeada de super mujeres que no parecían tener un "pero". Todas con sus ensaladas verdes, y sus cuerpos de medidas perfectas, mientras una dormía cinco horas al día, ni se le ocurría maquillarse, e iba corriendo de una lado para el otro con el flequillo pegado del sudor continuo. 

Hasta que llegó el día del estreno.

Y entonces ocurrió.

De pronto, aparecieron todas esas mujeres juntas en pantalla, luchando, batallando, entrenando, enfrentándose a los mismísimos nazis...madre mía qué subidón de adrenalina. Vale, todas ellas con unos cuerpos heteronormativos que te caías de culo. Pero independientes, valientes, generosas. Vale, el único personaje femenino curvy es el cómico, qué casualidad, como siempre. Pero dice verdades como puños en sus diálogos. 

En general, no solo estaba viendo una película que ojalá la hubiese tenido como referente de pequeña, sino que había trabajado en ella. Con mis inseguridades, mis lamparones y mis ojeras. Con mi todo. Pero había currado en ella. Y por fin había una mujer con un escudo, un látigo y una espada, dando palos a diestro y siniestro mientras los hombres miraban, en la retaguardia. Ella era la líder. Ellos esperaban órdenes. Vaya lujazo.

Eso es la representación.

Y esta, queridas y queridos, es la historia de Gal Gadot, las dobles de la Gadot, las amazonas, mis lamparones y yo.