Sunday 21 July 2019

la reina de los imanes




queridos y queridas, tiendo a ser dramática y un tanto exagerada. lo sé. por eso cuando a veces digo aquello de que "todo me pasa a mi", algunos de vosotros no podéis evitar arquear una ceja, sonreír de medio lado a la par que pensáis "sí, paula, sí".
no me malinterpretéis. os entiendo. no seré yo quien niegue que algún adornillo, algún lacico, alguna borla, pongo de vez en cuando. pero es por el bien de la prosa. obvio.
hoy no.
hoy ni prosa, ni post, ni proust, ni ná de ná.
hoy el relato tal cual.
empecemos por el principio.
hallábame yo en londres preparando mis cosillas para partir hacia galicia para el verano. el avión salía a las 20.45 del mismo día, así que había tiempo para los quehaceres necesarios. que si limpias cuarto, que si pones lavadora, que si cambias sábanas, haces maleta. con todo casi terminado, te da tiempo para picar algo, darte una ducha y salir tranquilamente. pero antes...antes se me ocurre dejar dos bolsas de basura en la entrada para que luego no se me olviden. abro la puerta, salgo, suelto las bolsas, me giro y....
pum.
la puerta de la casa se me cierra en toda la cara.
ante esta circunstancia, caben múltiples posibilidades. que tengas las llaves en la mano, o el móvil, o que hubiese alguien en casa, o que justo pasase algún vecino.
como es lógico, yo no opto a ninguna de estas opciones. no tenía absolutamente nada. por no tener, no tenía ni sujetador puesto.
tra tra.
al principio me quedo muerta. realmente siento que toda la sangre me baja a los pies, porque yo tengo un mareo....
y vosotros pensaréis, hombre paula, un poco exagerada sí que eres. vas a la casa de un vecino y le llamas para que te ayude y punto.
ah, amiguitas y amiguitos, he aquí el quid de la cuestión. vuestra querida paula, no sólo se había quedado fuera de casa, sino que también fuera de la calle.
¿cómo?
pues que seguidamente a nuestra puerta de la casa, tenemos una verja que llega hasta el techo de la entrada y de la que, obviamente tampoco tenía llave. así que literalmente, me había quedado encerrada en mi propia casa. repito, sin llaves, sin móvil, sin nadie en casa o alrededor y, cómo no, no nos olvidemos, con un avión que salía en aproximadamente seis horas. ¡ah! y rodeada de bolsas de mierda.
tra tra.
rebusco en la basura y, creyéndome mcgyver, pruebo a abrir la cerradura con un alambre, un cartón, lo que sea. lo intento todo. pero todo, todo. con decir que tengo un moretón en el codo derecho porque en un momento de alteración supina me creo chuck norris y aporreo la puerta como una loca de atar.
tras una hora y media de infierno una vecina por fin sale de su casa. primero flipa al verme encerrada cuan mono capuchino del zoo de londres. tras el shock inicial su gran aportación fue darme un destornillador para intentar abrir la puerta, que ella tiene que irse a trabajar y que más no puede hacer.
tra tra.
tras luchar contra la puerta y dejarla como un queso cheddar, aparecen (bendita sea la virgen de guadalupe) otros vecinos, un matrimonio de 220 años cada uno que son más majos que las pesetas. Jeff, el marido, me deja su móvil y llamo a los bomberos. al contarle mi caso a la mujer recepcionista bomberil, me informa que, por desgracia, no me pueden ayudar porque, en teoría, estoy fuera de mi casa, no dentro, y eso no les compete. yo le digo que en teoría debería repasar barrio sésamo. ella me replica que llame a un cerrajero.
tra tra.
jeff llama al primero que se le aparece en el móvil, supongo. tras otra media hora más de angustiosa espera llega el cerrajero en cuestión, un jovencillo muchacho ucraniano de brazos cuán morcillas de burgos. lo extraño es que, en vez de saludar, observar la situación y ponerse manos a la obra, se queda quieto mirándome modo "mi vecina la del destornillador", como a un mono capuchino y poniéndose de todos los colores posibles. a mi eso no me tranquiliza mucho la verdad. me dice que nadie le había dicho que había dos puertas y que una de ellas era una verja, que no tiene las herramientas necesarias, que tiene que ir a por ellas y que básicamente la gracia me va a costar ambos riñones, el hígado, el páncreas y parte del bazo. todo esto con el matrimonio añejo vecino detrás del cerrajero ucraniano sin perder lujo de detalle. yo le digo que qué me está contando. que me la pela, pero literalmente. que yo tengo un vuelo que tomar (para entonces ya son las 17.00...caquita) y que me tiene que sacar de ahí cómo sea. esto puede acabar en escrache.
queridos y queridas, como ya sabéis que a mi se me va un poco la goma de la olla (y si no me creéis os invito a leer cómo estar loca y no morir en el intento), sin que se me mueva un solo músculo de la cara le digo que por qué no pasamos de la verja, abro yo la puerta y así puede que hasta llegue a mi vuelo. el cerrajero ucraniano no sabe qué hacer, está más tenso que un teletubby en una casa de velcro. él insiste que el trabajo lo tiene que hacer él. y yo insisto que físicamente es imposible a no ser que pueda transformar esas morcillas de cantimpalo que dios le ha dado en espetecs. argumento que no soy de "masters de la reforma" pero conocimientos taladriles nivel usuario, tengo. ¿quién no ha puesto un cuadro con una black and dekker en su vida, eh?, le digo.
pues una servidora señores. como lo oís. no había cogido un taladro en mi vida. todos los cuadros de mi cuarto han sido a base de mamporrazos de martillo o bluetak.
así, con mis dos pares de ovarios.
sorprendentemente, y sin pensar en absoluto que se le puede caer el pelo como a mi me pase algo, el muchacho accede y me pasa el taladro en cuestión que pesa dos toneladas y media. me va indicando y, tras sudar la gota gorda (y poner en evidencia que no había tocado un taladro in my life), oh milagro, cae la cerradura. yo empiezo a aplaudir como una posesa acompañada, por supuesto, de mis queridos fans, los vecinos octogenarios que puede que esto sea lo más emocionante que les ha pasado en la última década. el cerrajero ucraniano me dice que he tenido mucha suerte. yo le contesto que o puede que sea una crack. le noto picado.
pero esto no es lo más gracioso. uis no, que parece que no me conocéis. que el cerrajero viniera, que yo tuviese la idea de solo abrir una de las puertas y, para más inri, que esa puerta la haya taladrado, literalmente, una servidora y me haya sacado yo misma, me sale por el módico precio de 180 libras.
tra tra.
no tengo tiempo para discutir (o asesinarle), me tengo que ir al aeropuerto a toda leche. no he dejado de sudar como una cochinilla desde que me quedé encerrada, pero me voy pitando y sin duchar. huelo a choto, pero es que voy con los minutos raspándome las nalgas.
al llegar a hacer el check-in creo haber cantado victoria, pero como no va a ser de otro modo, los dioses, en su ilimitada generosidad, quieren poner a prueba mi paciencia hasta parámetros aún desconocidos por la raza humana. ¿cómo?, preguntareis. con una sola palabra, overbooking.
sí, amiguitos y amiguitas, porque como no había tenido ya un día suficientemente tenso como para pararme el corazón un par de pares de veces, para qué vamos a malgastar la racha, ¿no? aún quedan unas horitas en el día para que a la pau le de un ictus cerebral. veamos pues, cómo reacciona.
bizca. mi reacción fue ponerme bizca. y con un poco de tic en el ojo izquierdo.
la amable azafata me dice que puede que me quede en tierra. pero puede que no. o puede ser que sí. es que por lo visto hay otras cuatro personas en la misma situación que tú, pero puede ser que haya gente que no se presente, así que entras. pero si se presentan pues sales en el vuelo de mañana.
y la moza dice EL vuelo porque efectivamente, solo hay UN vuelo al día.
pues eso bizca y con tics.
al llegar a la puerta de embarque diviso a los otros cuatro pobres desgraciados en un periquete. es fácil, tenemos todos unas caras de mala hostia que no podemos con ellas. un auxiliar de vuelo con un tupé rascacielos, nos sienta a todos juntos en la misma zona con la excusa de tenernos cerca, pero en realidad creo que es para ver en directo cómo nos desmembramos. los cinco nos miramos, observamos a la gente embarcando plácidamente, nos volvemos a mirar. efectivamente esto va a ser "los juegos del hambre".
cuando comenzamos a ver un poco de luz al fondo del túnel y la cola va menguando, aparece el piloto. esto nunca trae nada bueno. mira alrededor de la puerta de embarque y saluda a un chaval que tenemos detrás sin maleta ni ná. como si el tipo se hubiese levantado ese día y hubiese dicho, "creo que me apetece irme a coruña hoy, oyes". pues como es colega del piloto, los auxiliares de vuelo se olvidan por completo de nosotros y pierden el culo para sacarle una tarjeta de embarque. los cinco nos miramos, ya no somos enemigos, el enemigo es ese que no tiene maleta ni ná. aquí va a haber sangre.
pero al final los dioses se apiadaron y cupimos todos, nosotros, el colega sin maleta y hasta la virgen de la macarena. joder qué estrés más innecesario.
las tres chicas del grupo entramos en el avión cacareando del subidó de adrenalina que aún llevamos en el cuerpo cuando una azafata nos pregunta sonriente, "¿qué, venís de vietnam?". silencio. las tres nos miramos confundidas. ¿perdón? a lo que pau espeta, "hombre no, pero lo parece. todo muy apocalypses now, la verdad". la azafata me mira extrañada. yo le devuelvo la mirada de incredulidad. una de las otras chicas intercede, "ah, ¿lo dices por el sombrero vietnamita de la bolsa? es un regalo".
ellas comienzan a reír de la gilipollez de todo el asunto, claro.
a mi me hace cero gracia. yo había contestado de todo corazón:
hoy, un día cualquiera, había sido mi vietnam particular.

total, que a mi luego no me digáis que no tengo un imán. pero del tamaño de un monolito de Stonehenge.