Monday 21 August 2023

Mujeres y señoros



Queridas y queridos, salgo del letargo veraniego porque me arden las ideas y las manos. Tecleo sin cesar y atropelladamente porque mi cerebro va más rápido que mis dedos. Quiero contar tantas cosas y que tengan sentido...no sé si seré capaz, pero tengo que intentarlo.

Ayer asistimos a la final del mundial de fútbol femenino. La selección de España ganó. 

Y entonces se montó la de dios es cristo. 

Por muchas y diversas razones. Cosas que tenían que ver con el esférico y cosas que nada tenían que ver con él. Twitter (o esa X repugnante), para variar, estaba que quemaba y todas y todos parece que tenemos que decir algo al respecto.

Es natural, es humano...cuando hay o han habido injusticias la gente se rebela.

Yo soy parte de esa gente.

Es casi imposible no verse reflejada. Hay tantas similitudes, tantos recuerdos...

Por un lado se habla de que estas futbolistas, se convierten en referentes ya para muchas niñas. Referentes que hace años no teníamos, o más bien, porque no se les daba la voz y el espacio necesarios para que existieran. 

A mí la afición al fútbol me llegó medianamente tarde. Siempre fui más de baloncesto, supongo que por ser del Ramiro de Maeztu y, por ende, seguidora del Estudiantes. Mi introducción al deporte llegó durante el mundial de Estados Unidos, el famoso de la nariz sangrante de Luis Enrique. Tendría quince años. Mi abuelo, fan de la selección, vio en mí alguien con quien poder compartir afición y madrugadas llenas de fútbol, patatas fritas y coca cola para la niña, cervecita para él. Ese verano nos unimos viendo cada partido como si nos fuera la vida en ello. Y yo de pronto, descubrí lo que era un fuera de juego, un corner o un delantero. Veíamos la previa de cada partido y comprábamos el diario deportivo cada mañana. Fue toda una experiencia.

Durante aquella época también empecé a jugar al baloncesto. No era buena, lo admito, pero me lo pasaba bien y aprendí muchísimo gracias a mi entrenadora Sonia. Ella y la jugadora Amaia Valdemoro han sido mis casi dos únicos referentes. Los equipos de las chicas existían sí, pero siempre a la sombra de la de los chicos. No digo ya en las categorías superiores, obviamente, pero desde las infantiles. A pesar de aquella diferencia de géneros, era un auténtico milagro que hubiese baloncesto femenino en los noventa. 

Y aquí es donde entra la importancia de tener referentes.

Un día, en el patio del colegio nos pusimos a jugar unos cuantos a una especie de concurso de triple. Yo ya digo que no era muy buena, pero gracias a los entrenamientos y la práctica el tiro de tres puntos se me daba medianamente bien. Así que me puse en fila para esperar mi turno. Era la única chica obviamente. Y empecé a tirar triples, y lo que es peor, a meterlos y a eliminar a chicos. 

Horror. Terror.

Yo estaba disfrutando de lo lindo claro. Poniendo en práctica todo lo que había aprendido a base de ensayo y error. Hasta que, como algun@s os podéis imaginar, llegó un niño me quitó el balón de las manos y me dijo, "no puedes jugar más". Yo, asombrada, me reí. Pensaba que era una broma y le pregunté inocentemente por qué. Él, de modo altivo y sabiéndose rey del universo contestó, "es mi balón y yo decido quién juega". 

Así, tal cual, sin una explicación más, los niños se fueron poniendo delante mío como si fuera invisible. Como si no existiese. Alguno de mi clase, amigo mío, me miró con cara de pena y encogió los hombros como diciéndome "no puedo hacer nada, es su balón". SU balón. SUS reglas, SU pene.

Así que sí importa que la selección española de fútbol haya ganado el mundial ante la atenta mirada de miles de niñas que pedirán por reyes o por su cumpleaños SU propio balón. SUS reglas. SU coño. Niñas que no se amedrentarán si quieren jugar con niños. Que no serán llamadas "marimachos", ni "bolleras" por querer jugar. JUGAR. Qué importante y difícil es este verbo. 

Ojalá esto se hubiese quedado así. Ojalá estuviéramos hablando de estas mujeres por su fútbol, días, semanas, meses, años. Ojalá el mundo funcionara de otra forma. Ojalá nos dejaran ser, respirar, existir sin que nos ahoguen...

Porque entonces llegó el señoro y el pico.

Quien no se haya enterado porque viva incomunicad@ en el Himalaya, el mismísimo presidente de la federación española de fútbol, un tal Rubiales, en pleno "furor celebrativo", no se le ocurrió otra cosa que cogerle de la cabeza a una de las jugadoras, Jenni Hermoso, y, sin dejarle opción alguna ni a una posible cobra, le plantó un beso en todos los morros ante la cara de estupefacción del mundo entero. Bueno, parte del mundo entero.

Porque ante las quejas de muchísima gente a través de las redes sociales por lo acontecido (entre las que se encuentra una servidora), salieron los defensores del señoro, casi todos, obvio, también señoros. Señoros que se creen másters del universo y que el resto somos un@s ofendidit@s. Señoros que opinan que el beso fue "una efusividad del momento", un "gesto de cariño".

Me hierve la sangre.

Cualquiera que diga estas mamarrachadas no ha sufrido en sus propias carnes lo que viene siendo una agresión sexual. Esta gente no tiene que andar sola por la calle agarrada al móvil con el número de emergencia puesto en pantalla por si la asaltan, persiguen o violan. Estos señoros lo ven como algo "inocente y casto", cuando en realidad es un abuso de poder en toda regla. No hay que tener madres, hermanas, tías, primas o hijas para saber esto. Hay que ser, simple y llanamente, un ser humano.

Hace años en una película en la que trabajaba llegamos, por fin, al último día de rodaje. Había sido duro, intenso y a veces desesperante. Pero lo conseguimos.

Esperando al resto del grupo en la entrada del hotel para celebrar, estábamos unos cuantos del equipo. De pronto, entran unos algunos eléctricos que ya habían estado festejando a su bola. Yo estoy apoyada en el respaldo de uno de los sofás, observando, sin decir nada. De pronto, uno de los eléctricos se acerca a mí me coge de la cabeza y me suelta un pico. Así sin más. Hubo un pequeño silencio. Muy muy breve. Yo le dije, "¿qué haces?", con una medio sonrisa nerviosa y de incredulidad. Él me contestó, "no seas aburrida, Paula, que hemos terminado". 

A día de hoy no sé cómo no le pegué una hostia o, por lo menos, puse una queja a la productora. Tenía unos treinta años yo, él unos sesenta y pico. Casi no habíamos hablado casi durante el rodaje, solo profesionalmente. No habíamos tonteado. Pero él se vio en su santo derecho de darme un beso.

Y entonces es cuando vuelvo a la reacción de los señoros en la actualidad. Lo siento, pero si Jenni Hermoso se hubiese llamado Andrés Iniesta o Fernando Llorente, el presidente de la federación no le da un pico. Esto es impepinable. Lo sabemos tod@s. Sin embargo, entre que ella no puede/sabe reaccionar, que es su jefe y que dicho jefe es un machirulo impresentable que no va a renunciar a sus seiscientos mil euros al año, pues tenemos la tormenta perfecta. El resto somos un@s feminazis y punto pelota. Nunca mejor dicho.

El señoro, visto la que se ha montado en las redes sociales y en el mundo en general (se han hecho eco los medios ingleses, los franceses, etc), ha aparecido diciendo que "seguramente debía disculparse". El video no tiene desperdicio. Con su tono prepotente, su lenguaje corporal de "estoy aquí porque no me queda otro remedio" y su excusa de "momento efusivo", se ve que no se lo cree ni él. 

Este señoro, no solo debía dimitir ipso facto, sino que debería desaparecer de la faz de la tierra.

Sin embargo, nuestro mundo está llenos de "Rubiales", esos mismos señoros que de pequeños no te dejaban jugar con SU balón y que ahora se escudan bajo su puesto, su estado, su género.

Ya está bien, joder.

De que tengamos que aguantar la misma mierda con diferente formato. De tener que callarnos. De no poder alzar la voz. De tener que ocupar menos espacio. De no poder ser nosotras mismas. 

Basta ya de titulares de periódico que no hacen más que justificar lo injustificable, de ese blanqueo de las noticias, de señoros que no entienden o no quieren entender.

Basta ya de no poder jugar. 

Basta ya.