Monday 27 June 2022

"Mansplaining" o cómo tocarnos los ovarios



"Mansplaining": neologismo anglófono basado en la composición de las palabras man (hombre) y explaining (explicar), que se define como 'explicar algo a alguien, especialmente un hombre a una mujer, de una manera considerada como condescendiente o paternalista'. 

Queridos y queridas, hablemos del "mansplaining", término que, para el que aún no le haya quedado claro a pesar de tener la descripción debajo de sus narices, regalaremos un símil visual. La próxima vez que vayáis en metro, fijaos en el espacio que ocupa un hombre con sus piernas y el que ocupa una mujer. Ellos, despatarrados, ellas, con las piernas cruzadas. Me diréis, "¡Exagerada, feminista, extremista!". Bueno, lo que queráis, haced la prueba. El hombre lleva ocupando más espacio que la mujer desde casi el día en que nacieron. Mi hermano extendía sus piernas a placer en los viajes Madrid - La Manga atribuyendo que tenía las piernas más largas cuando éramos de la misma estatura. Mi hermana y yo pegadas, literalmente, a las ventanillas.

La idea de este post viene de un ensayo de la escritora Rebecca Solnit titulado "Los hombres me explican cosas" que me prestó mi amiga Patri. En él narra cómo, en una cena, un desconocido le habló de un libro sin saber que ella misma lo había escrito. Al hacérselo saber, él prosiguió describiendo el libro a la propia autora como si oyese llover. Al final resultó que ni siquiera se había leído el libro. 

El hombre tiende, a explicar cosas que las mujeres, o ya conocemos, o son obvias. Su cara de asombro al decirles que ya lo sabemos, que no nos están descubriendo la penicilina me hace pensar que son genuinamente ajenos a este fenómeno o se están haciendo los locos. Así que no queda otra que ilustrarles y/o ilustrarnos un poquillo. Y, por si acaso, a alguna mujer que no se haya dado cuenta que ha sido víctima de este fenómeno que está, creedme, a la orden del día.

Empecemos.

Hace unos meses quedé con unos amigos para jugar a unos juegos de mesa. Todo poco friki. Entre ellos se encontraba, digamos, "Paco". Paco vive por y para el cine. Es un cinéfilo y seriéfilo de aupa. De los que asustan un poco vamos. Los datos salen por su boca sin ningún tipo de norma ni medida. Lo sabe todo. O, más bien, lo cree saber todo, claro. Mi amiga Patricia, emocionada porque yo, al dedicarme al cine, podría hablar con él del tema, con orgullo me propuso que enunciara algunos actores con los que había trabajado y en qué película. Así, para fardar un poco. Tras enumerar unos cuantos, llegué a Tommy Lee Jones, con el que había coincidido en "Jason Bourne". Paco, muy serio me mira y me dice, "Tommy Lee Jones no actuó en 'Bourne'". "Bueno, Paco", contesto con una media sonrisa pensando que está de coña, "o era Tommy Lee Jones o el doble era maravilloso". "No, no", replica Paco, "era otro actor, pero ahora no me sale el nombre". "Claro", espeto, "no te sale el nombre porque NO era otro actor". "Que no, es que yo juraría que era uno más joven". "¿Osea que me estás diciendo que yo, que curré en esa película me estoy equivocando y tú que has visto la peli una vez no te equivocas?". Me ignora. "Lo voy a buscar en imdb....". Se me cae la mandíbula al suelo. "Ah pues sí, era Tommy Lee Jones, pero yo juraría que era otro." Vamos, que preferimos buscar en una página web antes que hacer caso a una mujer e, incluso habiéndola cagado estrepitosamente.

¿A vosotros se os ha disculpado? Pues a mí tampoco.

Luego está "Kyle", que trabaja de tercer ayudante de dirección y, ojito al detalle, tú eres segunda ayudante dirección, o sea, su superior. Kyle empieza nuestra historia fatalmente. Por un lado porque nos llama a las mujeres ayudantes "ladies" (señoritas), que es bastante machista para empezar. Bueno, nos podría llamar "coñitos" pero eso le valdría una denuncia. El caso es que por las mañanas yo me acercaba a Kyle y le explicaba que María (mi tercera ayudante de dirección española todoterreno) y yo habíamos dividido los extras en grupos para poder llamarlos al set de forma mucho más sencilla. A lo que él, a la media hora me decía, muy serio, "¿Sabes lo que podías hacer, Paula?, dividir los extras en grupo y así al llamarlos al set es más fácil". Pero tal cual ¿eh?, con sus dos pares de cojones. He de recalcar que hacia el final del rodaje, productores y directores nos habían dado la enhorabuena al equipo español por cómo habíamos manejado a los extras y, también hacia el final del rodaje Kyle no nos dejaba tocar un sólo extra ni con puntero láser. El "mansplaining" no solo tiene mucho de condescendencia pero también de inseguridad, creedme.

Mi "mansplaining" favorito, sin lugar a dudas es cuando un hombre te explica cómo debería ser el feminismo. Ahí tienen un arte que no se puede aguantar. Es salir el tema y ahí están ellos con frases estrella como "bueno es que si no os pusieseis tan histéricas" o "claro es que tenéis la palabra 'coño' todo el día en la boca, sois muy bastas" o "deberíais ser más pragmáticas y no tan fantasiosas" o, la mejor, "yo no soy machista, pero tampoco feminista". Un hombre que te intenta explicar el feminismo es como un tampax atravesado, un coñazo. Ojo, que los hombres son más que necesarios en el feminismo, pero no para que me expliquen "qué es el feminismo", que eso yo ya lo sé y lo vivo en mis carnes cada día de mi vida, especialmente con el trabajo que tengo. No. Son necesarios para que acompañen, ayuden, alcen la voz. No para que se giren y me digan cómo se cambia una bombilla, gracias.

Para escribir este post, he de confesar que pedí ayuda a mis hermanas. No a las de sangre (que también), sino a las "hermanas del coño". Esa sororidad a modo de señal de Batman. Necesitaba vuestra ayuda y vosotras acudisteis.

Por un lado tenemos la sección cultural. Mi amiga Patri se encontraba en el Reina Sofía con su cita. Patri es una tía culta, habla Inglés, Gallego y Chino. Viajada, vivió un año en China. La tía no ha salido de su casa ayer, digamos, pero había algunos autores que no conocía en el museo. Su cita sí y se los iba explicando. De pronto, él y ella se paran delante de un cuadro. El chico nombra al autor. Patri asiente y dice, "sí, sí, lo conozco". A lo que su cita, comienza a narrar la vida y milagros de dicho autor. Patri, por si no se ha enterado el mozo, repite, "que sí, que lo conozco". El chico, impávido, sigue con su monólogo ajeno a las palabras de Patri. Patri, confundida, opta por callar y escuchar lo que ya bien conoce...

Por otro, la sección social. Mi amiga Marina me comenta que dos amigas suyas que hacía meses que no se veían quedaron en una terraza y pasó un amigo de una de ellas, se sentó en la mesa y solo habló él durante hora y media. La otra amiga se tuvo que ir y no pudieron ponerse al día. Esto es un mísero ejemplo, pero yo os reto a que en la próxima quedada familiar os fijéis quién habla más en la mesa, ¿los hombres o las mujeres? ¿Quién interrumpe con más asiduidad? Ya me contareis, ya.

También tenemos la sección de la automoción, por ejemplo. Sara, Paloma e Irina se quejan de que es intentar aparcar y ya está el de turno haciéndote los aspavientos para "ayudar". Sara se pregunta cómo sabe el tío en cuestión si aparca mejor que ella. Paloma no entiende por qué el portero siempre tiene que hacer esos ademanes cuando lleva años aparcando en el mismo sitio. Irina directamente grita al tío y le dice que la deje en paz. Dentro de esta sección debemos incluir a mi hermana Julia que, durante un tiempo, trabajó para una marca de automóviles bien conocida. Bueno, según ella el "mansplaining" estaba a la orden del día pero es incapaz de acordarse de ejemplos concretos.

Y esto es muy común, queridos y queridas. El de no acordarse de un ejemplo en concreto, como me afirmó mi amiga Ángela. Pregunté por qué, y mi amiga Irina me contestó, sabiamente, que lo tenemos tan normalizado en nuestras vidas que es difícil pensar en un ejemplo determinado. Son pequeños detalles, incluso nimios. Las interrupciones cuando estás hablando, la explicación de tu trabajo sobre tu propio trabajo. Es ese tono, como decía mi amiga Patri, condescendiente. El tono que implica que es imposible que sepamos lo mismo o, incluso, más que él. Es ese tono cargado de inseguridades y que acaban vomitadas sobre nosotras.

Por último tenemos EL mansplaining de todos los mansplainings hasta el momento. Un grupo de señores y una señora han decidido derogar el derecho al aborto en Estados Unidos. Varios penes han determinado que una mujer no es libre de decidir sobre su propio cuerpo. Ellos piensan y dictaminan por nosotras, por y sobre nuestro útero. Y no nos engañemos, queridos y queridas, muchos en España se están frotando las patitas para hacer exactamente lo mismo. Si esto no es un mansplaining de categoría alfa, apaga y vámonos. Como decía Margaret Atwood hace un par de días, su Cuento de la Criada es una utopía, no un libro en el que inspirarse.

Total, que yo ahora no me corto. Abro las piernas en el metro. Que me llamen basta. Me la sopla. Y si un tío intenta explicarme algo que ya es obvio que sé, como el otro día en una cita, suelto, "mansplaining". "¿Perdona, el qué?", me preguntó el muchacho, un poco confundido. Sonreí y dije, "No te preocupes, que te lo explico".

Monday 20 June 2022

C3PO y yo



 Queridos y queridas, es que el título me cuesta creérmelo hasta a mí. Pero por Han Solo, que es cierto. 

Hace mucho tiempo, en una galaxia lejana, muy lejana...

Corría la primavera de 2014. Estaba finiquitando un curro en los estudios Pinewood de Londres. Que queda muy glamuroso pero lo que hacía realmente era contar todas las radios del rodaje, con sus pinganillos, sus clips y poniéndolas en sus respectivas cajas. Un auténtico tetris que me tocaba hacer sola en un despacho de mala muerte al son de kiss fm. Un coñazo, vamos. Una vez encajadas todas las piezas, las tenía que llevar una a una en un carrito de golf a la oficina principal de la productora. En cada viaje me imaginaba que era una directora famosa camino a mi propio rodaje y no como la mera auxiliar de dirección que era.

Perdida en mis ensoñaciones de Antoñita la fantástica, casi me cargo a Karl, un supervisor de producción con el que curré un par de años antes. Después de pedirle perdón encarecidamente por casi llevármelo para el otro barrio, nos ponemos a hablar, yo le digo que estoy terminando un proyecto y él comenzando otro. "You don't happen to be needing anyone?" ("No estarás buscando a alguien por casualidad?"), le pregunto mientras le hago ojitos manga. "Actually, I am" ("De hecho, sí"), me contesta sonriendo. "And what's the project, may I ask?" ("Y cuál es el proyecto?), vuelvo a preguntar curiosa. "Star Wars". (Esto no creo que haga falta que lo traduzca). Se me van levemente las pencas y me tengo que agarrar al carrito de golf para no caer con las paletas al cemento. "Are you kidding me?" ("Estás de broma?'"), le grito más que le digo. Él se ríe. Me explica que "sólo" es la segunda unidad, o sea la de los especialistas y las explosiones. A mí como si me pones a rodar detalles de cascos. Me la trae al pairo. STAR WARS!!!!!!! Le doy un abrazo que le estrujo la panza que eso es lo más anti-británico que hay en este mundo. Él acepta mi gesto estoicamente. El pobre, qué va a hacer.

Le tengo que mandar el currículum, no podemos cantar victoria aún. Los que me tienen que dar el visto bueno son el primer y segundo ayudantes de dirección. Paso dos días de auténtico infarto al corazón con el móvil pegado a la nariz con loctite. Lo que veía tan cantado, cada vez lo veo más lejos. Mi amigo Juan no deja de animarme pero yo cada vez lo veo más chungo. 

Al segundo día, de camino al cine, me llama Andy, el segundo ayudante de dirección. Tengo suerte, el primero es un flipado de España y, bueno, tengo buenas referencias y un buen currículum...yeah. Empiezo al siguiente lunes. Me hago caca. Pero literalmente amig@s, porque vuelo hacia al baño en cuanto cuelgo.

Llego a los estudios Pinewood de nuevo pero con otro aire, otra actitud. ¡Voy a estar en motherfucking "Star Wars"! 

Comienzo a buscar las oficinas de producción para que me den mi acreditación, pero me siento como Jennifer Connelly en "Dentro del Laberinto" dando más vueltas que una peonza. No encuentro los despachos ni para atrás. De pronto veo varios coches negros estupendos todos juntos aparcados y eso siempre es señal de gente importante. Pillo a uno de los conductores por banda y le pregunto inocentemente, "Excuse me, the Star Wars offices?" ("Perdone, las oficinas de Star Wars?"). De pronto, parece que le han dado una patada en los mismísimos cataplines y me contesta susurrando como si estuviéramos en una película de Harry Potter y hubiese mencionado al innombrable de Voldermort, "first of all, we don't say Star Wars, we say AVCO. And the offices are through that door" ("primero de todo, no decimos Star Wars, decimos AVCO. Y las oficinas están a través de esa puerta"). Yo me quedo mortimer ante tanto secretismo, claro, pero me dirijo en la dirección indicada sin mediar palabra. Una vez atravesada la entrada totalmente insulsa de la oficina, me asalta una explosión de colores. Era como entrar en la cantina de Mos Eisley del episodio IV. Lo primero que me dio la bienvenida fue un póster gigantesco de "LucasFilmLtd" que casi me desmayo allí mismo en la recepción. Dos chicos pasan con mini robots como quien pasea por el Retiro. Todo está repleto de pósters de la saga, algunos firmados por los actores. En una vitrina hay unos cuantos oscars, como quien no quiere la cosa. Una mujer cruza el hall con un raíl lleno de trajes del vestuario de la película. El ajetreo es continuo. Mi cara de alelada, tiene que ser todo un poema. La chica de recepción creo me ha dicho "Hello?" un par de veces. Por fin reacciono y le explico que es mi primer día allí. Creo que ella ya lo intuía. Me hace rellenar más papeleo que en una declaración de hacienda, me hace una foto en la que recuerdo vivamente tener cara de estar de tripi y me explica cómo llegar a los trailers de dirección. De nuevo me hago caca. Esto, creo, va a ser un dato recurrente en este trabajo.

Salgo de las oficinas que me tiemblan las canillas. Ilusa de mí, eso solo era el principio. 

Tuerzo a la izquierda como me ha indicado la recepcionista muy amablemente y allí, en la distancia, tres siluetas se acercan hacia mí. Al principio no las distingo bien. Están muy lejos, pero hay algo en ellas que me resulta familiar. Hace buen día, no hay ni una nube, y el sol se refleja en las tres figuras y de pronto me deslumbran. Debo parecer un poco gilipollas porque voy que no veo un pepino. Por fin, el sol se aleja de ellas y casi la palmo allí mismo, con mi acreditación colgada al cuello y todo. Frente a mí, tres stormtroopers como tres soles. Tengo que contenerme para no salir corriendo hacia ellos como una fan más. El estómago me baila la conga. 

Llego al trailer de dirección y las presentaciones son supersónicas. No hay tiempo. Tenemos que ir a la primera unidad. Están rodando y tenemos que ver qué tendremos que hacer nosotros. Voy detrás de mis jefes que parezco un chinche.

Nos presentamos en el set y es entonces cuando mi mente implosiona. Una nave llena de stormtroopers a mi derecha se tambalea. Entre ellos está John Boyega. Hay explosiones. JJ Abrams, y Kathleen Kennedy están en los monitores observando la secuencia. Tengo que cerrar los puños y apretar las uñas contra la piel para creerme lo que estoy viendo. Soy una fan acérrima de "Star Wars" y esto va más allá de mis expectativas. El primer ayudante de dirección me dice que aquí estaremos rodando tres días. Me suenan las tripas de los nervios, y a pesar del ruido ensordecedor de la nave, mi jefe lo oye. Yo muero de la vergüenza, le miro, sonrío y le digo en español "el café". ¿Se puede ser más lerda, señor? ¿Qué me queda, tirarme un cuesco en su cara?

Efectivamente me paso tres días rodando en ese set gigantesco con explosiones, stormtroopers a gogó, pantallas verdes gigantes y naves voladoras. Nada puede superar esto.

O sí...

Mis jefes no dejan de hablar de la secuencia de la noria. Yo la verdad es que estoy tan flipando en colores neones con todo que no me da tiempo a procesar. Hasta que llega el día de la noria. Y es cuando mi cerebro no solo implosiona, sino que explosiona, implosiona y vuelve a explosionar. Aquel día alguien me tendría que haber dado un lexatin porque casi muero de los nervios.

Me explico.

Llego como cada mañana con una señora bailando por bulerías en mi estómago, pero yo con cara de póker en plan esto lo hago a menudo, sip. Me dicen que nos vamos al set de la noria. Ok. Venga. Llegamos y la Paulis pierde por un momento la respiración porque tiene en frente el puto Halcón Milenario. 

Todo absolutamente todo en la película tiene su palabra secreta. "Star Wars" es AVCO, por qué, para que no llegue a la prensa, o que las compañías no cobren más por ser la peli que es. ¿Qué es AVCO?, preguntaréis, pues son los cines en los cuales JJ Abrams vio "Star Wars" por primera vez, de ahí la palabra.

Por otro lado en las órdenes de rodaje no se ponían ni los nombres de los actores ni los sets donde se iba rodar por si, de nuevo, se filtraban a la prensa. Así que, por su forma, el Halcón Milenario era la noria. 

Voilá.

Y ahí estaba una servidora, dentro del set de sus sueños. En sus entrañas. La señora que baila bulerías en mi estómago parece que está usando mi bazo como tablao flamenco. Mientras, el segundo ayudante de dirección me comenta, como si nada que va a venir un actor a hacerse una prueba de cámara en el set, que busque su silla y tenga preparado agua y otros enseres. Digo que por supuesto. Que quién es. Él, natural como la vida misma, te dice que Anthony Daniels (C3PO) y yo me quedo congelada. Pero tal cual. Tenéis que entender que estoy en la segunda unidad, nosotros casi no lidiamos con actores. Y no sólo eso, es uno de mis primeros trabajos en el cine y soy una friki de la saga. ¿Es o no es para susto o muerte?

Llega Anthony y si es más británico caga biscotes de mantequilla, lo juro. Me presento. "Oh hi, Paula, nice to meet you". Es que me meo yo sola, es C3PO tal cual. Me pide, cómo no, un earl grey con limón. Comienzan a vestirle en una carpa que hay al lado del set. Y cuando sale es tengo que contenerme para no chillar un "¡ole hijo!". Debe ser consecuencia de la señora que tengo dentro y sus bulerías...

Soy consciente de que para algun@s es un hombre vestido de hojalata. Pero para otr@ es historia del cine, pura y dura. Recuerdos de niñez. Un sofá tapizado con violetas, un vhs, unos caramelos, y dos horas llenas de magia y aventuras.

Ver la prueba de cámara fue una auténtica pasada. En teoría tenía cosas que hacer pero me las paso por la pepitilla y me quedo a ver el espectáculo porque sé no volveré a presenciar semejante experiencia en mi vida.

Como una premonición, días más tarde tuve que dejar el rodaje por una lesión en el pie. Incluso años más tarde una enfermera me recordaba cojeando por los sets de "Star Wars" como una posesa. Hubiese hecho lo imposible por seguir allí, hasta que no pude más. 

Tuve la oportunidad de rodar muchas escenas del principio de la peli y eso me enorgullece una barbaridad aunque mi nombre no esté en los créditos finales esta vez. Todo quedó en mi retina y, ahora en la vuestra.

Y esa, queridos y queridas, es mi historia de C3PO y yo.



Monday 13 June 2022

Por los pelos


Queridos y queridas, hablemos de pelos. Y por favor, no les llamemos vello. Llamémosles lo que son, pelos. Pelos a gó gó. Y hagámonos una pregunta, ¿desde cuándo se le obligó a la mujer a ser casi lampiña, mientras el hombre hetero normativo clásico anda a sus anchas básicamente hirsuto?

Antes de que muchos me vayáis a la yugular, cierto es que algunas cosas están cambiando. Pero, como siempre, pocas y a velocidad de un chihuahua. 

El otro día mismamente, mi amiga Patri se pegó una buena hostia intentando proteger uno de sus diminutos alumnos que casi se matan los dos. El caso, que se hizo una herida en la rodilla derecha y tuvo que ir a la Mutua a que le viera el médico. ¿Su preocupación? ¿El dolor que sufriría en el reconocimiento? Para nada. Lo realmente importante era que el médico iba a ver la mata de pelos que Patri portaba en su rodilla derecha. El médico, de hecho, se quedó mirando. Pero ojo, ¿a la herida como buen profesional o a la mata de pelos? Nunca lo sabremos. Patri, colorada como un pimiento morrón, no era capaz de mirarlo a la cara y casi de articular palabra.

Y Patri no es única y genuina. Así funciona la psique femenina. Nos han inculcado ese odio acérrimo a los pelos desde bien pequeñitas. Aún recuerdo ver a mi hermana mayor correr con una banda de cera fría incrustada a la ingle por toda la casa como una loca, seguida de Pili, la mujer de mi padre, para poder quitársela gritando algo así como: "Alex, tranquilízate por dios, que no es para tanto!". Pero el dolor era sobrehumano. Cada vez que había que depilarse había que coger fuerzas de flaqueza e ir con la cabeza bien alta, como si una fuese al paredón. 

Luego llegó la cera caliente. Que mejoró un tanto nuestros llantos. Bueno, a quién quiero engañar, de lagrimones pasamos a lagrimillas, seamos sinceras. Te tumbabas en esa camilla inmunda de la peluquería del bajo derecha del edificio de enfrente de tu casa, dónde Loli te trataba como si fueras un camarón a la plancha. Vuelta y vuelta. Y con esa maravilla de cera reciclada llena de pelos ajenos que se apelotonaban en ese aparato de la época del Pleistoceno. Una fantasía.

Pronto también llegó la cera caliente para el microondas de casa. Yo me hice muy fan de este producto, sobre todo porque era mucho más barato. Hasta que llegó EL día. EL día que lo cambió todo. No me olvidaré de él porque coincidió con mi cumpleaños. Estaba yo preparándome para salir y como iba a ir con minifalda, me dispuse a depilarme las piernas. Mientras retiraba el palo de madera del bote con la cera ardiendo, me despisté y derramé el contenido entero en mi pierna izquierda. Casi la palmo del dolor. Yo, siendo yo, hice justo lo que no tenía que hacer. Irme a la ducha, mojarme y quitarme la cera, y con ella la mitad de mi piel. Mega agradable. Pero era mi cumpleaños, queridos y queridas, así que ni corta ni perezosa me fui con mis quemaduras de tercer grado a la farmacia, me dieron una pomada y unas gasas y así salí de fiesta, como una mamarracha hasta las 7 de la mañana. Porque así es la Paulis. Arsa. Al acabar la noche, no podía ni apoyar la pierna y me fui a urgencias. Os ahorro los detalles pero tuvieron que sedarme para aguantar el dolor porque se me había quedado pegada la crema a la herida. Estuve un mes y medio de baja. Tengo hasta la cicatriz que lo demuestra. Todo por unos pelos. ¡Por unos pelos!

Y todo esto cada vez ha ido a peor. Tras la cera caliente vino el láser. Y, ¿qué quiere decir esto, Paula?, os preguntaréis, queridos y queridas. Pues básicamente que te puedes quedar lisa como una Barbie, sin un solo pelo. Esto creó una nueva moda, y es que la depilación de las ingles cada vez iba a más, hasta que un día no había a dónde ir y desapareció por completo y ahora tenemos casi todas coños de niñas de cinco años. Viva.

Todo empieza sutil, delicado. Vamos a quitarte los pelillos de las piernas, te dicen. Y tú, ilusa, te dejas hacer. Duelen, sí, pero el dolor es soportable. Luego ya que estamos la de las ingles. Ahí las cosas se ponen serias. Y es entonces cuando entras en una espiral sin retorno porque una vez que te haces las ingles hay que hacerse los sobacos, y si te haces los sobacos no vas a ir con ese bigote, y menos con ese entrecejo hasta que, cuando menos te lo esperas te estas depilando el mismísimo culo. No me digáis cómo. Pero es así. Es como ir al Primark a por unos leotardos y salir con dos bolsas y trescientos eurazos menos en tu cuenta. Es que ni te has enterado de por dónde te han venido, pero sales con una cara de tonta que para qué.

Algunas se han plantado, han dejado de depilarse, y han pagado el pato. Amaia, la cantante de Operación Triunfo, se ha dejado los pelos de las axilas por lo visto, y a la peña le ha parecido tan interesante el tema que han escrito artículos, sí, sí, artículos hablando sobre esta super importante decisión en su vida. Para qué escribir sobre su talento o sus nuevos proyectos cuando podemos hablar sobre los pelos de sus sobacos, digo yo.

¿Y los hombres mientras tanto? Pues la mayor parte de ellos a su bola, con su lema "los pelos son varoniles". Pero no queridos, no. Si yo me depilo hasta la vulva tú te tienes que quitar algo porque si no yo como más pelo que un caballo alfalfa. Eso sí, ellos con cuchilla claro, no vaya a ser que les de un parraque con la cera, y luego la zona raspa más que un rallador. Pero ¡ojo! ellos dicen que se depilan, ¿eh?

Depilarse no es eso. Una cosa es depilarse y otra muy distinta TENER que depilarse. 

TENER que depilarse es otro mundo a parte. 

Es un universo paralelo que sólo entienden aquell@s que tienen que lidiar con ello cien por cien. Es ir a la piscina y estar estresada porque el de detrás te estará viendo los pelos de las ingles cada vez que hagas una brazada. Es ir a un concierto subir los brazos de la emoción, olvidarte que no te has depilado y pasarte la velada dando palmaditas a la altura del pecho con los codos pegados al cuerpo de la vergüenza como una lerda. Es montarte en el coche, quitarte la mascarilla, mirarte en el espejo retrovisor y darte cuenta que tienes un bigote a lo Frida Kahlo (¡mascarillas del infierno!). Es encontrarte de pronto un pelo negro azabache en la barbilla del tamaño de una hoja puerro. Es llevar falda, que te dé el sol y verte todos los pelos que se te han pasado depilarte que eso parece un trigal. Es irte quitando pelos de una ceja, emocionarte, acabar como Victor o Victoria y preguntarte, ¿cómo coño igualo yo esto sin acabar como Betty Boop? Es soñar con no tener un solo pelo en el cuerpo, no tener que soportar un tirón, un pasada de cuchilla, un quemazo de láser, en tu vida y en las próximas vidas que te toquen vivir.

Eso, queridos y queridas, es TENER que depilarse. 

Por los pelos, por los putos pelos.


Monday 6 June 2022

Johnny Depp y yo


Queridos y queridas, un día llegué a trabajar como cualquier otro. 

Pero qué digo, empecemos desde el principio...

Era uno de mis primeros trabajos como auxiliar de dirección de cine en Londres. Emocionada es poco. Histérica y un tanto taquicárdica, diría yo. Se trataba, nada más y nada menos que de "Alicia a través del espejo". La secuela de "Alicia en el país de las maravillas" de Tim Burton. ¿El elenco? Johnny Depp, Helena Bonham Carter, Anne Hathaway, Sacha Baron Cohen...nada, principiantes. Y yo, ahí en medio, como una hormiguita intentando labrarme mi propio camino.

Me levantaba casi todas las mañanas hacia las cinco de la mañana y no llegaba a casa hasta las nueve de la noche. Si tenía suerte. 

Mi léxico diario consistía en palabras como "orden de rodaje", "secuencias", "actores", "set", etc. Por fin estaba dentro. Cuantas más horas mejor. Más aprendía, más me empapaba, más me sumergía en un mundo en el que me había costado entrar otro mundo entero.

Era feliz.

Pero que me despisto. Al grano. Aquel día, como comentaba, llegué como cualquier otro. Me dispuse a colocar las sillas para los actores, productores y director frente a los monitores. Llevé cafés a mis jefes. Recolecté las órdenes de rodaje para repartir entre el equipo. No había nada en ese día que me hiciese pensar que fuese a ser distinto. 

Hasta que llegó él. ÉL en mayúsculas.

El mismísimo Johnny Depp.

Llegó al plató como siempre, con su séquito de gente. Seamos sinceras, eran un auténtico coñazo. Que si su publicista, el de seguridad, su peluquero, su maquilladora, la de vestuario, su asistente personal, su agente, su sonidista. Faltaba un saltimbanqui y un contorsionista para completar el circo. En realidad nunca le veías a él, solo las puntas de su peluca naranja y alrededor su entourage como si fuera la mismísima Madonna. 

En esta ocasión, y acostumbrados a que siempre llegase tarde como mínimo una hora, le habíamos llamado demasiado pronto al set. En lugar de que volviese al trailer y tener que poner en marcha a él y toda la troupe del infierno, se decide que se quede en una carpa que tiene para él solo al lado del plató donde vamos a rodar. Allí le acompaña el hombre que se encarga de su seguridad, Terry. Cuando estemos listos le avisaremos y punto. Él, sorprendentemente, accede. 

Como los actores son el bien más preciado de una producción de este calibre (y entre vosotr@s y yo, son como bebés), un@ de nosotr@s se tiene que quedar de niñer@ por si el bueno de Johnny necesita algo o, más bien, por si le da por salir de la carpa e irse a dar un garbeo sin que nos demos cuenta. El segundo ayudante de dirección mira a su alrededor en busca de una víctima. Yo, super disimulada miro al techo. Lo debo haber hecho tan bien, tan sutil, debo haber sido tan perspicaz, que por supuesto me toca a mí el honor de hacer de Super Nanny.

Aburrida como una mona, me pongo a cotillear el móvil. Que si el facebook, el instagram. Lo típico. Hablo un rato con Terry pero poco no vayamos a molestar al señorito Depp. Hasta que de pronto algo capta mi interés. Al principio no soy muy consciente de qué es. Pero algo ha cambiado en el ambiente. Es muy leve. Es un olor, dulzón. De pronto, caigo. Y no solo caigo, lo huelo del todo. Esto es marihuana, queridos y queridas. Pero marihuana de la güena, güena. De la de "hey rastafari, man". De la de No woman, no cry. Vamos, que me estoy pillando una fumada importante. Porque el asunto ya no es tenue. El tema es intenso. Miro a Terry, en plan, "¿hello?". Él encoge los hombros, supongo, acostumbrado al asunto. Estupendo. Yo sabía que nuestro Johnny le daba a los Red Bulls como si no hubiese un mañana, pero lo del cannabis con las bebidas energéticas que te dan alas es toda una novedad. Menudo subidón, amig@s. No me extraña que hagas de "Sombrerero Loco", amiguito. Menudo cocktail molotov.

Obviamente, la cosa no es que sea ilegal, es que no se puede ni fumar tabaco donde estamos. Está claro que si fuera otra persona le diría que qué moños está haciendo y vete saliendo pa' fuera que es gerundio. Pero claro, quién le dice eso a nuestro Johnny, ¿no?. Pues agárrense que vienen curvas.

Entra uno de los productores.

Y no de cancaneo y sonriente, no. Serio, con el ceño fruncido, y como un toro mihura directo hacia una servidora. Yo, me hago caca claro. Me aparta. "¿Qué es esto, Paula?", susurra enfurecido. "¿Perdón?", pregunto inocentemente. "Todo el estudio huele a marihuana", me dice, como si yo no llevara ya un colocón digno de festival de Woodstock. Suelto la perogrullada del día, "está fumando". "Esto es una película de Disney", insiste. Yo, inocente, asiento ilusionada ante su afirmación. Efectivamente, la Paulis está en una peli de Disney...boom! Pero por su cara intuyo no se refiere a eso. Hasta que me queda bien clarinete. "Ve y dile que no se puede fumar aquí", se gira y se va. 

Ya es que no me haga caca, es que directamente me entra una diarrea que no puedo. Me he quedado mirando boquiabierta la puerta por dónde el señor productor ha salido arrastrando sus dos cojones a modo de bata de cola. Me he quedado sin habla. Parece que me ha dado un vahído. ¿Soy yo o me acaban de endosar el muerto? No, no, definitivamente me han cargado el fiambre. Yo, que esta es mi segunda película, que soy auxiliar de dirección, que me encargo de los cafés, que no he hablado con Johnny Depp en mi puta vida, le tengo que decir que si buenamente pueda apague su porro, gracias. No reacciono. Escucho el familiar sonido del mechero encendiendo el canuto. Veo ese leve humo proveniente de debajo de la carpa. Huelo, de nuevo ese olor dulzón. Comienzo a hiperventilar. ¿Qué coño hago? ¿Dejo que Johnny Depp se ponga ciego a porros como si esto fuera "Apocalipsis Now", o hago caso a mi jefe que para eso es mi jefe pero que me acaba de hacer la "trece catorce"? No sé si es que es porque voy fumada o porque el de seguridad no está por ningún lado pero con mi par de ovarios me acerco a la carpa y, antes de que me de un parraque, suelto un timidísimo "¿Johnny?". Él y sus dos ojos rojos como dos tomates de huerta murciana abren la carpa y me miran. Fuck, fuck, fuck esto es muy fuerte Paulis. "¿Están listos en el set?", me pregunta. Yo, que no estaba preparada para el contacto visual le miro unos segundos de más. Esta conversación es de besugos. O de fumados. "Mmmm, no casi, es que me han dicho que aquí no se puede fumar, lo siento", le contesto, consciente de que tengo la boca como la suela de un zapato. Johnny me mira, me sonríe y me dice, "Claro, por supuesto". "Gracias", le contesto. Y con ello, cierra la carpa de nuevo.

Mira que soy una puta drama queen. Tanta hiperventilación para nada.

No volví a hablar con Johnny Depp.

Miento. Pero como una bellaca. 

El último día de rodaje, una vez finalizado su último plano, salió de su papel y se convirtió en un ser humano que agradecía a cada uno de nosotros la labor que habíamos realizado durante tres meses. Se hizo fotos y firmó autógrafos. Hablo de unas trescientas personas. Desde gente de cámara a los de catering. Las cosas como son.

¿Una servidora?, observaba el percal de lejos alérgica a todo tipo de multitudes con un trozo de pizza en la mano a las tres de la mañana. Sin embargo y de pronto, sin comerlo ni beberlo, le tengo a dos metros. Se paró, me miró y me preguntó sonriendo, "Can I smoke now?" ("¿Ahora puedo fumar?"). 

"You can do whatever you want" ("Puedes hacer lo que quieras"), le contesté.

Visto lo visto, fue casi premonitorio...

Y esta es la historia de Johnny Depp y yo.