Tuesday 12 February 2019

cómo estar loca y no morir en el intento



queridos y queridas, mis padres se divorciaron a los pocos meses de haber nacido.
que ellos no se quisieran más no quería decir que no me quisieran a mi.
pero el amor es más complicado que un puzzle de 8000 piezas...
desde siempre tengo la constante sensación de estar dividida por la mitad. aún hoy, de adulta, me sigue pasando. de vez en cuando siento como si unas fuerzas totalmente contrarias me tirasen cada una de una mano.
de pequeña no entendía del todo bien por qué iba con vestido de nido de abeja un día, y con vaqueros otro. un día con el pelo corto, otro con el pelo largo. un día rodeada de primos y otro en mi cuarto jugando sola. un día con él y otro con ella. pero nunca juntos.
pensé que era normal. hasta que alguien se atrevió a decirme que de normal nada, flor.
no creo fuese casualidad que uno de mis libros favoritos durante la pre-adolescencia fuese "la historia interminable".
quise ser la emperatriz infantil con todas mis fuerzas. aquella niña amparada por un castillo de marfil, protegida del mal.
(además que la muchacha era monísima de la muerte).
pero claro, nada ni nadie puede defenderte toda la vida.
algo se fue transformando o formando poco a poco dentro de mi cabeza. hubo un click. mi cerebro dijo basta. me agoté. de dietas, de sentirme insuficiente, incomprendida, de ser comparada, de no entender, de no saber, de la vida. por un momento me sentí (o me hicieron sentir, o ambas) sola, abandonada y sin intuir por dónde salir. como artax, el caballo de atreyu, caí en "el pantano de la tristeza". cuanto más intentaba luchar por salir a flote, más me hundía. fue entonces cuando pensé que la única opción posible era tirarme por el balcón del piso número 17 de dónde me encontraba.
tenia trece años y era la primera vez que me planteaba el suicidio.
cómo estar loca y no morir en el intento. de nuevo, literalmente.
y diréis, "amiguita, qué intensita estás, no?".
es necesario para entender.
total, que he pasado gran parte de mi vida buscando el grial de las enfermedades mentales: el psicólogo perfecto.
cuan indiana jones puesta de citalopram hasta las pestañas, he navegado por los mares del comportamiento humano y me he aventurado por las selvas del subconsciente.
y vaya telita, queridos y queridas, cómo está el patio (el mío y el ajeno).
para que os hagáis una idea de este viaje cuesta abajo y sin frenos, he aquí una pequeña muestra de supuestos posibles griales que encontré por el camino. cuán atreyu, partí hacía la "gran búsqueda", aquella que supuestamente me llevaría a la salvación...

1) el de que no te enteras.
a la blandita edad de cuatro años me convertí en un gremlin. aquellos que sois padres sabéis que los niños a esa edad son todos demonios de tazmania. sin embargo, cuando empecé a gritarle a mi madre que la odiaba, la mujer se preocupó un poco.
de pronto, ese querubín al que ella había parido, amamantado y adorado, se giró un día y se convirtió en la niña del exorcista. 
mi madre, incapaz de entender semejante transformación decidió pedir consejo a la psicóloga infantil de mi guardería y ésta, a su vez, solicitó examinarme en mi hábitat natural: el recreo. atónitas, las dos observaron desde un aula cómo a la niña (servidora), aparentemente no le pasaba nada. es más, era social, con tendencias al liderazgo - o sea que los tenía a todos firmes listos para pasar revista - y reía a mandíbula batiente con el resto de mis diminutos compañeros (o súbditos, visto lo visto).
la psicóloga concluyó que era una llamada de atención o un comportamiento aprendido de mi entorno. y así se quedó...

tras este episodio y hasta el comienzo de la universidad probablemente debería haber ido al psicólogo unas cuantas veces. sin embargo, la adolescencia es una edad en general bien complicadita. en un principio una no sabe si es que está trastocada con la edad del pavo como todo hijo de vecino, o está como las maracas de machín. y utilizo esta expresión, la de las maracas, porque todos conocemos a machín. ¿quién está completamente sano mentalmente? lo que pasa es que machín y yo venimos de lejos. tenemos nuestra historia.
"la nada" me fue cercando poco a poco hasta darme cuenta que me había tragado demasiados sentimientos, que no sabía expresarme emocionalmente, que la pena acechaba incansable, que mi dismorfia corporal cada vez me envolvía más, que mi desorden alimenticio se paseaba en bata y pantuflas. cuando sentí que el vacío que tenía dentro no me dejaba respirar, fue entonces cuando pensé que a lo mejor debía hacer terapia.
queespabiladaeslachiquillacómosenotaquetieneestudios.

2) el de la narcolepsia.
mi primera psicóloga oficial venía recomendada. fue al comienzo de la universidad en un año que pasé en madrid. llegué a la primera cita nerviosa, ansiosa. la consulta se encontraba en una casa de renta antigua cerca de alonso martínez. me acuerdo perfectamente de los suelos de madera que crujían al andar sobre ellos. del despacho oscuro, que no triste, donde me recibió. me ofrece sentarme en el diván. yo pregunto que si tengo que tumbarme. ella me contesta que puedo hacer lo que quiera. pienso que si me tumbo pierdo el control de la situación, así que me siento de cara a ella. tras un par de semanas me quito los zapatos y me siento con las piernas cruzadas. estoy más tranquila. ella escribe en un bloc. al mes apoyo mi codo en un par de cojines. le estoy cogiendo el tranquillo. ella sigue escribiendo. un día me envalentono y me digo, si aquí sólo nos falta woody allen en la consulta para que sea de manual. venga, que me tumbo en el diván. me entra un poco de "yuyu" pero empiezo a hablar y es hasta liberador. no tener a nadie que te mire deja que tu mente vuele y con ello sea más natural.
de pronto, hay algo que no me cuadra. algo me falta. un sonido. no oigo el lápiz rayando el papel al escribir. me giro. 
me cago en todo lo que se menea que se ha quedado dormida la jodía.
yo rasgándome la caja torácica emocional y me encuentro a la tipa con la boca abierta como un buzón de correos. hasta un hilillo de baba en la comisura de los labios que tiene.
¿pero cuánto tiempo llevo hablándole a la pared?
me tienta irme sin que se de cuenta, pero no me atrevo. con un medio tosido y un medio "¡oye!", oigo cómo la mujer comienza dale que te pego con el lápiz en el papel como sino hubiese pasado absolutamente nada. 
las ganas de terapia se me quitaron por un buen tiempo.

3) el del que no se entera de nada.
llegué a londres bastante perdida. la escuela de cine no había ido cómo esperaba (porque yo no esperaba que me invitasen a repetir curso, claro) y no quería pasarme la vida de taquillera en los cines princesa. tenía que hacer algo. ¿y qué mejor idea que irme a londres no? era bilingüe y adoraba el cine. ¿qué podría salir mal?
obviamente, casi todo.
una se imagina entrar en la meca del cine por la puerta grande. a lo cecil b. demille - que por cierto acabó arruinando un estudio, mal augurio. el catering, y no el cine, fue mi fiel compañero durante casi cinco años. y todos sabemos que no hay mejor trabajo para alguien con ansiedad, principios de depresión y un trastorno alimenticio que el mundo del catering.
es de cajón.
uno de mis días más gloriosos en el glamouroso mundo de la hostelería transcurrió en el natural history museum. al llegar al hall principal con mi bandeja de canapés de calabacín rellenos de queso riccota observé, atónita, que se trataba de la fiesta de fin de rodaje de una película de disney. casi me hago bicho bola y me escondo en la sección de fósiles del museo.
tras meses de hacerme la fuerte, de contestar continuamente "estoy divinamente", una noche me desperté de madrugada pensando que me moría. no podía respirar: mi mente, exhausta, había llegado a su tope a modo de ataque de pánico.
por fin bonita, exhaló mi cerebro.
como no tenía un duro me fui a la seguridad social inglesa. mi estado anímico era tal, que el médico de cabecera no me metió el ansiolítico él mismo hasta la tráquea por aquello de la etiqueta hipocrática. a su vez me dio cita para que me evaluase un terapeuta.
llegué al hospital que me temblaban las canillas. de lo mal que estaba y de los nervios dada mi última  experiencia. al entrar en la consulta lo primero que me llamó la atención es que no había diván. venga, minipunto para el equipo freudiano. el psicólogo me tiende la mano y me choca lo pipiolín que es. tiene pinta  que yo sé más de depresión que él. intento no caer en prejuicios y "go with the flow". pero le noto nervioso. tartamudea y me evita la mirada. que no pasa nada si eres un viandante en oxford circus, pero si eres un profesional de la mente humana, es como un ciego llevando a otro ciego. nos fostiamos fijo. el muchacho me da una hoja con preguntas que tengo que calificar del 1 al 10. temas livianos, para romper el hielo, tales como "pensamientos suicidas diarios" o "sentimientos depresivos y/o sin esperanza". al contestar todas, comienza a sumar puntos según la nota haya dado a cada pregunta como si fuera el "scattergories". el muchacho me mira serio y me dice "tienes depresión".
anda, mira qué cosas. 
durante dos meses tengo que contestar dichas preguntas al inicio de cada sesión. y él me suma los puntos como si fuera un examen de trigonometría. en algún lado leo que si saco más de x puntos  pueden obligarme a entrar en un centro psiquiátrico. como persona cuerda que soy contesto siempre para librarme por los pelos del ingreso clínico forzado, pero lo justo para que me sigan tratando.
todo muy lógico.
sana como una manzana.
al final de nuestras maravillosas semanas juntas él, serio, tartamudeando y sin mirarme (en su línea), me dice "tu depresión es bastante más seria como para solventarla en estos dos meses".
qué portento, qué sabiduría, qué profesionalidad.
tras esta magnífica experiencia, me designaron otra terapeuta en el mismo hospital que, desde un principio fue bastante mejor. para empezar me miraba a los ojos, que eso siempre es un plus. también me introdujo en el mundo del CBT (cognitive behavioural therapy) y el mindfulness. sin embargo solo podía tratarme durante 12 semanas para "poder dar posibilidades a más gente". si quería seguir con el tratamiento debía volver a comenzar el proceso de cero.
todo muy ideal para una persona con depresión.
la terapeuta me sirvió de tirita temporal. lo que pasa es que la herida estaba bien abierta e infectada.

4) el del que no para de hablar.
con la tirita aguantando a duras penas, una ve un poco de luz al final del túnel y empieza a trabajar en el cine. durante un tiempo, la novedad y ese "¡por fin!" me mantienen a flote  una temporada. convencida de que una vez trabajase en lo que realmente me gustaba encontraría la felicidad supina. la verdad es que iba al trabajo casi dando saltitos. mis compañeros en el set me preguntaban "¿cómo puedes sonreir tanto a las 6 de la mañana ?". para ellos era como si fuese de psicotrópicos. ¿cómo explicarles el infierno por el que había pasado durante cinco años hasta llegar, finalmente, a ese momento? estaba de auténtico subidón natural de serotonina.
pero la tirita no aguanto mucho.
las inseguridades volvieron con más fuerza que nunca. entre trabajos la caída era descomunal, casi violenta. insomnio, algún ataque de pánico, bajones a gogó. quería ser la perfección absoluta y no entendía por qué no era posible.
esta vez ni seguridad social ni bacalao en pepitoria. pago lo que haga falta.
me recomiendan fervientemente un terapeuta. el mejor de la escuela jungiana en londres, por lo visto. no me digas más, ¡TOMA MI DINERO!
llego a la consulta. es luminosa, con ventanas amplias que dan a un jardín. ya por costumbre busco el diván. ahí está, casi lejano, en una esquinita. como en un espagueti western de sergio leone nos miramos de reojo el diván y yo. ya lidiaré contigo, ya, me digo a mi misma.
el psicólogo tiene cara amable. me invita a sentarme. hace un par de preguntas. los nervios de siempre aparecen. lógico cuando compartes tu infierno con un completo desconocido. comienzo a relajarme. me interrumpe. no para hacerme otra pregunta, si no para comentar sobre mi respuesta claramente inacabada. me descoloca. intento seguir con mi testimonio. él afirma con la cabeza pero  nunca me mira, y me interrumpe de nuevo. busco a mi alrededor, ¿hay cámaras? ¿es esto una prueba? el sigue hablando, a su bola, sin mirarme, con la cabeza de lado. a lo jesus hermida. o más bien a lo martes y trece imitando a jesús hermida entrevistando a gloria fuertes.


yo soy gloria.
obvio.
no doy crédito. ¿es normal que un psicólogo hable más que el paciente? considero ponerle a prueba. sin que se dé cuenta (que por otro lado no es complicado porque anda en su propia burbuja jungiana),   decido no emitir un sonido hasta que me pregunte de nuevo y comienzo a cronometrarle.
casi quince minutos más tarde de reloj, como saliendo del fantástico mundo de la introspección, se digna a levantar la vista. welcome back, bonito. me pregunta de nuevo. me deja dos frases. asiente. baja la cabeza y cae de nuevo en su monólogo. decido aguantar estoicamente hasta que el hombre da por acabada "mi sesión". al despedirme me tienta el impulso de cobrarle a él, porque digo yo que se habrá quedado a gusto.
obviamente, no volvi.

4) el de la que se va.
me recomiendan otra que por lo visto también es maravillosa. visto el percal eso lo decidiré yo si no os importa. voy que me espero cualquier cosa. ¿una terapeuta de dos cabezas que vive en una caverna y escupe fuego? ¿por qué no? entre que yo tiendo a ser un poco "drama queen" y que, aparentemente, todo parece pasarme a mi (¿que decía yo? "drama queen"), entro a la consulta con reservas.
es seria, y germana. que ya se que suena un poco racista pero lo que quiero decir es que no se anda con chiquitas, va al grano, tonterías las justas. mal no me viene vistas las tendencias al adornamiento jónico-dórico-corintio que tengo.
a veces no la entiendo porque habla con acento marcadamente germano y bajito, como al cuello de la camisa. y claro, a veces me tiene que repetir la misma pregunta unas cuantas de veces. no sé si se piensa que soy un poco limitada o que los ansiolíticos me tienen como vetusta morla (la tortuga de "la historia interminable", no el grupo), que no me entero de nada.
durante meses es mi oasis personal.
un día, al acabar la sesión me dice que tenemos que hablar.
miedito.
me explica que vuelve a alemania y con ella, la consulta.
pánico.
problemas personales de abandono aparte, lo que me derrumba es tener que empezar de nuevo de cero con otra persona. otra vez empezar desde el principio. contar lo mismo. revivir y revolver la mierda de nuevo.
no por dios.
"¿y por skype?", pregunto esperanzada...ella, me explica, no cree que ese medio sea conveniente para mi recuperación.
lo que no es conveniente para mi recuperación es que te vayas a otro país, guapita de cara.
dice me recomendará un par de terapeutas.
estoy de las recomendaciones hasta donde yo te diga marisa paredes...

5) el de la que cierra el círculo (por ahora).
por aquello que tengo la sensación de estar en la casilla de salida de nuevo, llego a la consulta de gabriela con un poco de mala leche. a pesar de su nombre, como tiene apellido pseudo teutónico (me persiguen), no caigo en que habla castellano hasta que la tengo delante y me habla ella. es la primera vez en mucho tiempo que no uso en mi lengua materna en el psicólogo. para ser exacta, desde el psicóloga narcoléptica. y la verdad, qué gusto. no sólo porque me noto más suelta, sino porque además cuando no me sale una palabra en castellano puedo irme al inglés. hay días que todo es muy spanglish. va evolucionando.
todo sigue su curso hasta que, un día, al acabar la consulta, gabriela me lanza un zasca saliendo casi por la puerta (porque los zascas, como si un episodio de "lost" se tratara, los deja siempre para el final  y así te pases la semana más rallada que un queso cheddar). como si le hubiese brotado la idea cuan seta voletus me suelta, "a ver si la próxima semana se tumba en el diván, que le vendrá bien"
terror en el hipermercado, horror en el ultramarinos.
todo menos el diván por dios.
la imagen de esa señora con la boca abierta me deja pseudo epiléptica.
gabriela me mira porque me he quedado en la puerta que parece me ha dado una apoplejía. emito un sonidito que quiere ser un "hasta la próxima semana".
no salgo corriendo por educación.
la semana la paso con un estrés que no sé yo si a mi ir al psicólogo me está viniendo bien. a mi esto de la terapia no me relaja nada.
para intentar calmarme hago lo que cualquier persona sana haría: buscar en google hasta la psicosis..."terapia con diván", "ventajas e inconvenientes del diván", "traumas con el diván", "diván infernal", etc.
lo típico.
llego a la consulta que parece que me he tragado una batidora moulinex de los nervios que tengo. decido, en el último momento que no, que de diván nada. desafiante, me siento en la silla de siempre.
gabriela me mira mientras me acomodo pero no menciona nada. ni mú.
vaya semanica he pasado para nada, joder.
a la siguiente semana llego relajada. incluso chula, en plan, esta batalla la he ganado yo. sin embargo, al sentarme noto algo diferente. al principio, como empiezo a hablar no le doy mucha importancia. pero hay algo en la habitación que me tiene intranquila. no es hasta que estoy en pleno apogeo de mis elucubraciones, que percibo el cambio.
el diván está más cerca, ¿no?.
a mi se me está soltando la goma de la olla.
pero me voy mosqueada. y rallada claro. rallada a reventar.
la semana siguiente no me cabe duda. este diván está acortando distancias.
observo el diván. observo a gabriela. nos miramos, ella impertérrita...
a día de hoy el tema diván no ha vuelto a salir. pero como buena obsesiva compulsiva que soy, a mi me sigue pareciendo que el diván lo pone cada vez más cerca.
obviamente, no es el caso.
si fuera cierto, tendría el diván de pamela.

en resumen, que aquí seguimos con terapias y ansiolíticos varios hasta no sabemos cuándo.
en un mundo en el que la enfermedad mental se esconde, se desconoce, se ignora o se tapa. un universo en el que muchos creen tener el consejo infalible porque también han estado tristes de vez en cuando. un lugar en el que a menudo se nos olvida preguntar qué necesitan al que mejor lo sabe, el enfermo. esos malditos "anímate" o "solo necesitas que te de un poco el aire" que no funcionan. porque es que no quieras, es que a veces directamente no puedes.
no es fácil. de hecho es bien jodido, mirarse a una misma con honestidad. sobre todo porque cuando una se pone a indagar no para de descubrir monstruos. monstruos "medusianos" de múltiples cabezas. monstruos que se mueven y mutan, que se hacen invisibles, que no te dejan ir. monstruos que te susurran mentiras que te crees, que te insultan, te manipulan y convencen. monstruos que crean una niebla en el cerebro con la que es difícil ver.
winston churchill comparó su depresión a un "perro negro" y a mi siempre me viene a la mente el sirviente de "la nada", gmork, de mi querida "la historia interminable". ese lobo aparentemente fiel y leal, inteligente, silencioso, tumbado plácidamente a tus pies que puede que, cuando menos lo esperes, se gire y te muerda.
dentro de esa espiral, constante e infinita, intentando amansar la fiera mientras recibes infinidad de mordiscos, una por fin se da cuenta que el monstruo siempre va a estar ahí, atento y al acecho. esperando ese ligero despiste, esa leve señal, esa tenue mueca. y así poder avanzar paulatinamente hacia el centro de tu mente.
y como en "la historia interminable", supongo que en vez de quedarme quieta (como la emperatriz infantil) o intentar luchar contra "la nada" (como atreyu), una tiene que aprender a hablar, a describir, a expulsar, a escribir, a crear, a imaginar. en resúmen, a nombrar, como tuvo que hacer bastian, el niño humano que descubre, al final, que la solución siempre la tuvo en sus manos desde el principio.
solo tenía que creer.



                                      












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