Monday 30 May 2022

Brad Pitt y yo



Queridos y queridas, nunca he sido muy de autógrafos ni de fotos. A pesar de mi cinefilia compulsiva no me ha ido el fanatismo. Mis héroes no han sido los actores precisamente, sino más bien los directores o los guionistas. Más soporífero que un lorazepam, lo sé. Es lo que tiene ver 2001: Odisea en el espacio a la tierna edad de ocho años y querer repetir. Muy normal, no es.

Pero una es humana, hetero normativa y dios le ha conservado la vista por ahora, gracias. 

Así que cuando la Paula pre-adolescente vio "Thelma & Louise", no solo quiso ser la más feminista, la más reivindicativa y la más anti-patriarcal, sino que, irónicamente, también descubrió a Brad Pitt. Esa estatua griega hecha carne humana, con esa sonrisa que derrite icebergs y esa voz que engatusa serpientes. No me extraña que la pobre Susan Sarandon perdiese todo su dinero gracias al maravilloso señor orgasmo de la buena de Geena Davis. Olé él. Ahí se creó el mito, y el mito se convirtió en leyenda.

Porque, ¿quién no sabe de Brad? Si es que no hace falta ni poner el apellido. Tú dices su nombre y cualquiera entiende que te refieres exactamente a ese dios griego apellidado Pitt. 

Yo nunca pensé que conocería a la estratosfera hollywoodiense. Nunca creí que miraría a los ojos a una deidad helénica... Hasta que tuve que perseguirla por mitad del desierto con la lengua fuera, claro.

Pero no nos adelantemos a los acontecimientos. 

Érase una vez un día primaveral en Londres. Andaba arreglando mi cuarto, que estaba como un auténtico manglar. De vergüenza, de verdad. Cuando suena el teléfono, es Carley, una segunda ayudante de dirección majísima que me ofrece un trabajo para empezar ya. Así tal cual. Porque así es como funciona mi mundo. Un día estás angustiada que te quieres arrancar la cuenca de los ojos de la desesperación, y al día siguiente estás en un avión privado camino a Las Palmas para trabajar en una super producción con Brad Pitt y Marion Cotillard, "Allied" para ser exactos ("Aliados", para los de Burgos). Una mañana intentas subsistir como una rata de cloaca, y por la noche estás en un hotel de cinco estrellas con una habitación que es el doble que tu casa. Un día te estás tomando el café del desayuno mirando aburrida los imanes de tu nevera, al otro estás en el buffet más grande que hayas visto en tu vida poniéndote ciega de mini croissants y mini palmeritas de chocolate. Cú cú de atar.

Comenzamos a rodar. Y para qué empezar con un "interior cafetería tarde". Algo sencillito, simple. 

Pues no, un "exterior plaza día" con trescientos figurantes. Fifa

Eso sí, la Paulis en su salsa. Extras por aquí, extras por allá. Un tinglado de tres pares, pero súper entretenido. ¿Cruzándose con mis figurantes? Brad y Marion. No los tenía muy cerca, pero lo suficiente para verlos bien. Qué guapo él, qué ideal, qué milagro de la naturaleza, virgensanta. Me daba a mí que esa era la distancia a la que le iba a ver todo el rodaje. Pero yo tan pichi, oyes. Feliz de la vida.

¿Pero qué tonterías dices Paula?, si a ti estas cosas te las traen al pairo. Tú eres de Spielberg, de Scorsese, de Coixet, de Bollaín, de DuVernay.

Pero es que Brad, es mucho Brad, sorry, not sorry.

Tras dos días de tres cientos figurantes, ricemos el rizo. Pasamos a un puto "exterior desierto día", a cuarenta grados a la sombra y olé. Son las nueve de la mañana y a mí me sudan hasta las ingles. Me paso la primera parte de la jornada traduciendo de un lado a otro porque, aunque los jefes de departamento son británicos, el resto del equipo son españoles y muchos ni papa de inglés, todo muy coherente. Corro sin parar. Tanto que me topo con un señor, vamos los dos a la derecha, los dos a la izquierda, los dos de nuevo a la derecha, nos reímos, le miro..."holy motherfucker que es Brad Pitt". Mi risa, normal y corriente, se torna en una estúpida de cinco tonos más altos de lo humanamente natural. Por todos los clavos de cristo que salgamos de este atolladero pero ya. Él, mucho más coherente que yo, me toma de los hombros para que me quede quieta y opta por pasarme por el lado izquierdo. "That's much better" ("Así está mejor"), me dice. "Está de la hostia", pienso yo, que me planteo seriamente lo de lavarme de nuevo los hombros.

Completamente en una nube, intento concentrarme en la escena que vamos a rodar. A simple vista es sencilla. Brad (mi Brad, a partir de ahora), tiene que venir hacia cámara desde la lejanía en coche, parar, bajarse del automóvil y mirar alrededor. En plan, "what the fuck? Aquí no hay ni dios". 

Fácil, ¿verdad? 

Una pronto aprende que en el cine no hay nada simple. Si no es difícil, ya nos lo complicamos nosotros mismos. A los hechos me remito.

Colocamos la cámara, estamos todos listos como un pisto y mi Brad se monta en el coche y se va a su punto de salida a lo que, Carley, nuestra querida ayudante de dirección, rápida como un relámpago pregunta, "¿alguien ha puesto una radio en el automóvil para podernos comunicar con Brad?". Sonido de cigarras. Cagada monumental. Nuestro Brad, situado donde jesús perdió su sandalia, a ver cómo se entera que le estamos dando la acción. 

Hagamos un paréntesis, queridos y queridas, necesario para entender lo que viene a continuación. Porque una servidora tiene un don. Nunca supe de este don hasta que el don me pegó en la jeta a mano abierta. Y este don, queridos y queridas, es estar en el lugar justo en el momento inadecuado. Sí, habéis leído bien. Soy de las que si cae algo en plena calle, me cae a mí. Si hay algo con lo que tropezarse, me tropiezo. Y sí, en este caso, si alguien tiene que correr un kilómetro con una radio en la mano, por las arenas del desierto para que Brad Pitt se pueda comunicar con el primer ayudante de dirección, está clarinete que voy a ser yo.

Efectivamente, mi jefe, echó un vistazo a su alrededor, todo el mundo miró hacia el suelo silbando y, ¿quién le hizo contacto visual directo como una mema? Una servidora. "Paula, ¿tienes una radio de sobra?", me pregunta. "Sí, claro", contesto. "Corre hacia donde está Brad y dásela, por favor, date prisa". "Of course".

Así que allá que va una, corriendo mientras, no sólo me mira todo el equipo parado, sino un Brad Pitt que, de pie, a la vera del coche me observa dirigirme directamente a él como un puto dromedario descuajeringado con la lengua fuera. Su cara de auténtica pena me lo dice todo.

Llego. Sin aire, sin fuerzas, patética, se me van las rodillas. "This- is - for - you" ("Esto es para ti"), le escupo, más que digo. "Dude, are you ok?" ("Tía, ¿estás bien?"), me pregunta. "Great" ("Genial"), miento, obviamente, con las palmeritas de chocolate del buffet a punto de salirme por la garganta. 

Por la radio me comunican que no tengo que volver (menos mal), que me esconda por algún lado y me quede por ahí por si Brad necesita algo. Digo que por supuesto, aunque por dentro pienso que la que va a necesitar algo, como atención médica urgente, soy yo. Miro a mi alrededor, ¿pero dónde coño pretenden que me esconda, si estamos en un jodido desierto? Brad vuelve a observarme mientras delibero dónde carajo voy a meter este cuerpo serrano. Tiene que estar flipando en colores fosforitos conmigo. Por fin, decido ocultarme tras un minúsculo montículo de arena, entre unos zarzales que pinchan de la hostia, como si fuera una total y absoluta gilipollas, con las rodillas pegadas a la barbilla hecha una puta rosquilla intentando recuperar la respiración y mi dignidad. No puedo dejar de pensar en el surrealismo de mi vida. El próximo que me diga "uis, qué trabajo más glamouroso", le cruzo la cara. Me tuve que quitar espinas del culo y todo...por estas.

Para surrealismo la llegada al hotel esa misma tarde. Aparezco en la entrada cojeando, con arena hasta la faringe cuando uno de los botones me dice, "creo que es usted la de la portada, señora". Obviando que me acaban de llamar "señora", le contesto estupefacta "creo se está confundiendo de persona". "No, no, en el periódico de La Provincia, mire". El señor me da un ejemplar y ahí en la portada, en una foto a color está Brad Pitt, vestido de su personaje, guapísimo, elegante, un dandy. ¿A escasos metros más atrás y con una sonrisa de lela? Una servidora, observándole detenidamente. Feliz de poder estar a pocos metros de él. De estar viviendo la experiencia de mi vida. Adiós profesionalidad, seriedad y formalidad. Soy una fan más. Justo lo que juré y perjuré que no era. Yo, la de Spielberg, la de Scorsese, la de Coixet, la de Bollaín, la de DuVernay. Pero no. Soy esa niña que vio "Thelma & Louise" por primera vez y descubrió lo que era un torso masculino desnudo. La que se enamoró perdidamente. Soy esa que no quiere admitir que a ella también le pierde ver una estrella del firmamento. Soy aquella que ama la magia del cine.

¿Qué no me creéis? ¿A estas alturas? 

Poco más y me tienen que sujetar los extras para no abalanzarme sobre él, jesús bendito.

Bueno y esta, queridos y queridas, es la historia de Brad Pitt y yo.


7 comments:

Anonymous said...

Paula, es la historia más divertida que he leído en años. Yo también me dedico al cine, y he vivido situaciones similares, retocando a bellezas griegas que miden metro ochenta y que están preciosas incluso a las cinco de la mañana, y yo con mi metro cincuenta y siete, mi pelo embarullado y aspecto de mendiga después de 13 horas de curro...tantas veces he pensado que si alguien me vuelve a hablar del glamour del cine le pego con la mano abierta.

Beatriz Expósito said...

Magnífico, Paula!! Me he reído muchísimo!! Qué gran escritora eres!! Da igual lo que escribas, siempre enganchas al lector en las primeras líneas y ahí lo mantienes queriendo leer más y más. Admiro tu arte. Un fuerte abrazo!!

Alejandra said...

Ah como me reí!!! Recuerdo mucho mis experiencias the WWZ... que por ahi se van!


la tía pau said...

Mil millones de gracias!

la tía pau said...

Gracias de corazón 💞

la tía pau said...

Besazos amiga!

Anonymous said...

Por favor!! Como nos hemos reído!
Es que hija, tienes un arte…
Gracias por hacerme llorar de risa de camino a Santiago 🙏🏻 Besotes, querida!! Andrius