Monday 5 September 2016

sola me insolo: 2a parte "la zeñora doubtfire"


queridos y queridas, tras la catarsis vital que supuso superar la problemática del viaje barbadense, nos quedamos en que decido pasar unos días veraniegos han solo. lo complicado es decidir a dónde. el abanico de posibilidades es más amplio que un catálogo de ikea y como una se ahoga en un vaso de chupito, parece que en vez de vacaciones me voy a picar granito a una cantera.
con el espíritu de paz vega aún tintineante, la opción A es formentera. mi cabeza, dueña de una pasmosa habilidad para montarse ella sola la película con efectos visuales, banda sonora y créditos finales, no veía más que aguas cristalinas, viento en la cara a lomos de mi vespino, abarcas menorquinas color pastel en mis pies, cesta con fruta fresca en el brazo a ritmo de “independent women pt.1” de destiny’s child. divina la postal mental. hasta que te metes en internet y empiezas a ver precios. la vacación idílica se convierte en un agujero negro de dimensiones siderales para tu bolsillo. paz vega me dice “ciao, pescao”. así que pasamos a la opción B. vacaciones sin muchos aspavientos, baratas. con una casa de veraneo en marbella, la cosa estaba la mar de clara. y como alguno ya se me va a tirar a la yugular con un “mírala la tía pau, que parecía humilde y parece de la jet set”, hago breve inciso. el chalet adosado es de mis abuelos, nacidos en málaga, que lo compraron cuando marbella era un pueblecito de pescadores y no el epicentro de la fanfarria y el despiporre que es hoy en día. mis veranos, lejos del estereotipo marbellí, consistieron en pescaíto frito en el restaurante pepe, la playa del pueblo rodeada de las amigas de mi abuela, misa los domingos abanico en mano y helado de turrón en el paseo marítimo.
dudo que gunilla von bismarck y yo compartamos agenda.
además, como encima la tenemos medio abandonada, pues no hay ni tele ni internet. de nuevo la postal idílica se presenta frente a mi. una servidora sentada en el porche, café recién hecho en la mesa con mantel de topos amarillos, la brisa entra tímida, huele a dama de noche y jazmín, de fondo los niños juegan en la piscina, mientras tanto, una que se debe creer la lena dunham española, teclea sin parar un best seller (como mínimo) en el ordenador. me veo, queridos y queridas, me veo.
me falta tiempo para pillar un vuelo a málaga y allí alquilar un coche. camino a marbella me pongo radio chankete a todo volumen y noto cómo, a ritmo de maría jiménez, me relajo poco a poco. 
sí, efectivamente, necesitaba esto como agua de mayo.
al llegar busco a rafael el jardinero, para que me de las llaves. "rafael el jardinero" todo junto. nunca rafael o el jardinero. sino rafael el jardinero. rafael el jardinero va siempre igual. ya sea año nuevo que mediados de agosto, el modelito es el mismo desde que tengo uso de razón: mono azul de manga larga, botas de albañil, sombrero de paja de granjero y cigarro en la boca con ceniza 3km de larga. total, que rafael el jardinero me da las llaves e insiste en acompañarme a la casa para explicarme unas cosillas. yo le digo a rafael el jardinero que no hace falta. rafael el jardinero insiste. al entrar entiendo por qué. ilusa de mi, pensaba que entraría en la casa de mis recuerdos. esa en la que todo era sol, palmera verde y flores de jazmín. no sé por qué pensé que estaría todo como yo la recordaba, como si hubiese una legión de duendes domésticos mágicos que se dedicasen a mantener la casa en invierno para que cuando la princesa de pitiminí (o sea, moi) se dignase a volver al reino mágico, todo estuviese en perfecto estado.
obviamente, no.
para empezar la verja no funciona. bueno sí funciona pero sólo si echas la llave para la izquierda. si por error se te va la mano un milímetro para la derecha te quedas encerrada. así, directamente. no sé qué es peor si quedarme encerrada dentro o fuera de la casa. el caso es que sea dónde sea me tocaría saltar. observas la verja y la cosa pinta fatal. te sientes un poco indiana jones en busca del grial. claro que ya te gustaría a ti compartir medio cromosoma con harrison ford. porque dios te dio multitud de habilidades pero la agilidad no fue una de ellas. tú y yo sabemos que si me toca trepar por encima del arbusto, acabo con los piños clavados en la baldosa. pasada la verja, el jardín, antes verde y frondoso, es como el desierto de almería. si me pasa un matojo de paja por delante ni me inmuto. al entrar en la casa me hago ilusiones ya que, aparentemente todo está más o menos igual. la emoción me dura más o menos lo que tarda rafael el jardinero en mostrarme cómo la terraza de arriba, antes blanca e impoluta, ha tornado marrón gracias a que unas maravillosas golondrinas han decidido anidar en el techo de mi terraza y, a consecuencia, hay ñorda de pájaro a gogó. ah, y es ilegal quitar los nidos de las criaturitas. ante mi cara de estupefacción, rafael el jardinero me regala un trozo de sabiduría andaluza, volúmen I, con un “ehto ze paza un cepillito, una manguera y como zi ná”.
rafael el jardinero vuelve a sus quehaceres y yo a mi supuesto glamour marbellí. no sé ni por dónde empezar. decido que, ya que estamos en las malas, lo mejor será repasar la casa a fondo. empezamos por los baños. como no puede ser de otro modo, el primero gotea al tirar de la cadena como si eso fuese el río miño, el segundo directamente no tiene cisterna, y en su lugar hay una pedazo de cucaracha del tamaño de una ardilla, que me saluda al verme. cualquiera que me conozca sabe de mi magnífica relación con las cucarachas. no es miedo. es fobia. siento tanto pánico al verlas que lo único que hago es chillar, cerrar los ojos y taparme los oídos. ¿por qué me tapo los oídos? ¿tengo miedo que la cucaracha me vaya a insultar? no, es absurdo lo sé. de ahí que sea un miedo irracional y desproporcionado según la RAE. cuento, además, con un fantástico radar de alta tecnología que me permite detectar este insecto 10km a la redonda. es genial, sobre todo cuando voy con gente y me pongo a dar botes al ver una cucaracha que sólo veo yo.  el caso es que como el nivel de mi fobia gira en torno a alto y "alguien voló sobre el nido del cuco", tras las introducciones entre la cucaracha de la cisterna y una servidora, hice lo que cualquier persona sensata y madura haría: cerrar la puerta y no volver a abrirla jamás. menos mal que el baño que quedaba por chequear funcionaba, si no me veía con el culo en pompa en el desierto de almería ante la atenta mirada de los vecinos.
vista la acumulación de labores, ¿qué decido hacer? ¿quedarme a lidiar con todos los quehaceres de la casa como mujer independiente y adulta que soy? por supuesto que no. como si de la cucaracha se tratase, decido huir de casa como de la peste. me autoengaño y me digo que ahora mismo lo más importante no es limpiar los mojones de golondrina. no, lo más importante es, sin lugar a dudas, ir al mercadona. y claro, como has decidido eludir tus responsabilidades, el karma, que de tonto no tiene un pelo, te dice “¿ande te crees que vas, usain bolt?” ¿y cómo lo hace? obvio, encerrándote en tu propia casa. como es normal, en vez de girar la llave de la verja a la izquierda lo haces a la derecha y la puerta se atasca. ah, y rafael el jardinero ya se ha ido a su casa, por supuesto. así que tienes dos opciones, trepar y, lo más seguro, perder los piños o quedarte a limpiar caca de golondrina. queridos y queridas, cómo estará de bajo el listón que antes que saltar me quedo a rascar ñorda como una posesa.
al día siguiente sucede algo que marcará, sin saberlo, el transcurso de mi viaje. será una frase. en realidad una sola palabra, la que activará algo en mi mente y que afectará el resto de mis días estivales. todo comienza cuando me doy cuenta de que, si no pienso saltar la verja de ninguna de las maneras y pretendo salir de casa en algún momento, tendré que llamar a rafael el jardinero. así que me planto con una silla de plástico en la puerta de la verja como si fuera un bulldog esperando que rafael el jardinero pase por delante mío. rafael el jardinero no tarda mucho en aparecer. y yo, con un tono que dista bastante de lo que viene siendo una persona sana y calmada, le llamo a gritos. al verme le explico lo sucedido (ojo, y de puntillas porque tenemos la puerta de la verja de por medio) procurando no sonar como lo que soy, una imbécil. rafael el jardinero me mira seriamente y, de nuevo, me regala otra de sus frases perteneciente a sabiduría andaluza, esta vez del volúmen II, con un “mire que ze lo dihe no ze cuántas veces que cazi me queo zin zaliba. que a la izquierda, siempre a la izquierda. no ze preocupe que coho lah herramientah y lo abrimoh en un periquete, zeñora”
lo que me deja con cara de haber sufrido un derrame cerebral no es que rafael el jardinero me haya llamado tonta en toda la cara. no. lo que me deja estupefacta es que me haya llamado “señora”. ¿perdone? ¿disculpe? ¿“señora” yo? no, no, no, no, no. no puede ser. aquí ha habido una equivocación. se ha confundido usted. esto debe ser un hecho aislado. como el hombre lleva trabajando siglos en  la urbanización te lo dice por respeto. claro, eso es.
una vez que rafael el jardinero logra abrir la puerta, salgo escopeteada, cojo el coche y no paro hasta llegar a mijas. allí, mapa turístico en mano, me recorro las calles intentando olvidar lo acontecido en las últimas 24 horas. cuando me he visto hasta el último adoquín del pueblo, la última ermita, la última casa blanca con geranios, decido que es hora de ir a comer. me han recomendado un bar que se llama "el niño". así que allá que voy. me meto un menú pal cuerpo que me quedo más a gusto que un arbusto. al ir a pagar, y aún terminando el café, el camarero, muy sonriente, me comenta casualmente, "señora, a lah osho de la noshe empiesan lah nosheh shishilargah" "¿disculpe?" "señora, las shishilargas" me repite, como si fuera corta de mente, y señalando un cartel que lee, hermosamente, "las noches chichilargas. bar el niño. mijas. julio 2016". miro al camarero con cara de interrogación. él me contesta, "shishilargas, porque uno sabe cuando empiesa, pero no cuando acaba".
gran término, el de "chichilarga".
"¿cómo fue la noche? mega chichilarga".
"¿qué te pareció la película? un poco chichilarga"
"¿qué tal estás? ando un poco chichilarga"
pero lo importante del comentario del camarero no fue cuán chichilarga era la noche. no, lo verdaderamente significativo es que, por desgracia, se confirman mis sospechas. es oficial. de un día para otro el andaluz de a pie ha decidido que ya no tienes edad para llamarte “chiquilla” como hacía antaño. de repente, horror de horrores, te conviertes en una “zeñora” para todo dios. para el panadero, para el gasolinero, el churrero, coño, hasta el senegalés del ciber te llama "señora". el problema es que ellos lo saben pero tú no recibiste acuse de recibo. y no sé si es porque te duele en lo más hondo del alma pero parece que no hacen más que repetirlo. antes preguntabas por una calle y te decían  “shiquilla, tú tira tó recto y en la rotonda hira a la deresha camino pa málaga”. ahora no, ahora es “zeñora, usted tire tó recto y en la rotonda zeñora, hira a la deresha camino a málaga zeñora, ¿entiende, zeñora?”.
¡que sí coño! ¡que ya me he enterado que soy una zeñora!
y no veas lo que pica. porque tu cuerpo puede que haya envejecido, pero tu mente no. pero para nada. te deberías estar fijando en el cuarentón interesante que pasa por delante tuyo en la playa, pero el ojo se te va al tolay de 25 con la gorra de béisbol para atrás. claro que así nos va.
yo no puedo ser “zeñora”, señor. vivo en londres. comparto piso sin salón con otros dos. trabajo en el cine y me pinto las uñas azules klein.
una señora es la que va con el monedero metido en el sobaco a por cuarto y mitad de chopped para la merienda de los nietos. señora es la que sabe limpiar jureles con sus propias manos. señora es la que sabe quitar las manchas de tinto con bicarbonato a la par que te hace una paella de marisco para treinta.
yo, queridos y queridos, cómo deciros que disto bastante de esta imagen.
hasta que pasa lo que pasa, claro. y lo que pasa es que de pronto notas indicios. señales que parecen demostrar que, efectivamente, andas camino de convertirte en una señora con todas las letras.
al principio las pistas son sutiles. nimiedades. susurros al oído. como cuando te das cuenta que ir a comprar al mercadona te hace muchísima ilusión. o cuando cocinar tu gazpachito y tu tortillita de patatas es la mar de gratificante. o el día que le das al hábito veraniego de tu abuela y te da por coger flores de jazmín para ponértelas en el escote. y sobre todo cuando te das cuenta que estás con el pandero bien aposentado en tu silla de playa, bajo la sombrilla que has comprado a un precio buenísimo en el hiper asia, cuore en mano, a la par que sorbes un tinto de verano tras un bañito refrescante. éste último ejemplo de susurro no tiene nada. grito munchiano más bien, la verdad.
pero la prueba irrefutable, la definitiva, la que no te queda más que aceptar, es cuando te encolerizas en plena playa al ver cómo el señor que vende las bebidas se ha tomado una lata de fanta y, teniendo una papelera a tres metros, la ha tirado a la orilla. y tú no te has quedado callada, no. tú te has levantado y le has dicho cuatro cosas bien dichas a ese señor. como que es un maleducado. como que qué es eso de que la playa sea un vertedero y que qué poquito cuesta ser una mijita civilizado teniendo la papera delante que le va a comer el trasero de lo cerca que la tiene. y por supuesto no se los has dicho al oído, no, se lo has dicho a grito pelado para que se entere bien la playa entera, como una maruja en condiciones.
por cierto, queridos y queridas, que hablando de los vendedores ambulantes hay que ver cómo ha evolucionado el asunto. antes la retaíla se limitaba a “agua, coca-cola, cerveza” y punto. ahora no. ahora tienen hasta tintos de verano y mojitos recién hechos. pero dónde una nota de verdad el cambio hacia lo ferrán adriá es en el de la gastronomía. lo más elaborado que había visto eran los crepes de nutella y plátano en tenerife con mi amiga maday que casi la palmo del gusto. así que cuando vi lo que circulaba frente a mi, playa arriba, playa abajo, casi me da un ictus. rollitos de primavera…como lo oís, rollitos de primavera recién hechos y servidos en bandeja de cristal! ¿pero dónde estamos, en el diverxo? pero lo más, lo que me ha dejado en un éxtasis quasi-teresiano fue el día que descubrí  qué era aquello de “bomba, caña, triángulo” en playas gaditanas. fue mi prima chindy, natural de san fernando, cádiz, quien le explicó a su prima, la pardilla londinense, que eran vocablos gastronómico-playeros refiriéndose a tipos de bollería. tal cual. el vendedor ambulante despliega su mesita y pone a disposición del consumidor playero una colección de dulces digna de la mismísima mallorquina. menos mal que descubrí esa bandeja creada por el mismísimo lucifer el ultimo día de mi estancia estival, que si no a mi me tienen que remolcar a londres en una grúa. 
tal que así:
que me voy por los cerros de úbeda y os estaba contando mi traumática experiencia con el vocablo andaluz. queridos y queridas, si esta retahíla que os acabo de soltar no es de zeñora que venga alguien y me lo explique.
total, que visto lo visto, me rebelo. ¿yo "zeñora"? me niego a la evidencia. no puede ser. no es posible. y si lo es, lucharé con todas mis fuerzas para que esto no vaya a más. me niego a quedarme en playas marbellíes con el culo amasando la silla del chino para gritarle a los vendedores ambulantes como una psicótica que me faltaban hasta los rulos por dios. no, señor, no.
asi que al día siguiente decido dejar atrás a "la zeñora doubtfire" en el adosado marbellí con su mercadona, su rafael el jardinero, su tortilla y sus jazmines, me cojo el coche y como me creo la más moderna del mundo, me voy de aventura al epicentro de la modernez sureña. tarifa. porque que me diga alguien a mi algún sitio más cool que tarifa, con sus surferos de pelambrera rubia y familias enteras haciendo nudismo a go gó. imposible. 
¨¿pero qué te vas, a pasar el día?” no lo sé. “¿y si te quedas a dormir, dónde?” no lo sé. “¿y cuándo vuelves?” no lo sé. soy moderna. i go with the flow.
sin embargo, queridos y queridas, lo que una sólo aprende con la experiencia es cuán absurdo es pretender dejar atrás algo que ya lleva una bien metido en los bajos fondos de la mochila. a la altura de las bragas y los calcetines, no digo más.
y la pobre aún ni se ha dado cuenta.
mírala.
continuará…

1 comment:

Carmen said...

Jajajaja mundo "Rafael el jardinero" soy muy fan!!!! pero aún más de esa turista de la vida que es tan maja ostias!!!