Monday 18 July 2022

Mr. Bean y yo


 Queridos y queridas, es curioso, en ocasiones el personaje se come al actor, literalmente. Les pasó a Josema y Millán con Martes y Trece, a José Mota y Juan Muñoz con Cruz y Raya y a otro sin fin de cómicos. Las mujeres cómicas como Lina Morgan o Gracita Morales se libraron, pero en el drama fue otro cantar. Rita Hayworth con Gilda, Romy Schneider con Sissí, o Jennifer Grey con Dirty Dancing apenas pudieron salir de sus caracteres. Casi les conocemos más por su personaje que por su nombre real. Y es lo que ocurre en esta ocasión con Rowan Atkinson. ¿Quién?, preguntaréis algunos. "Mr. Bean", diré yo. "Aaaaaaaaaaah", contestaréis. 

Total, que me embarro, como siempre.

Corría el verano de 2017 cuando me ofrecieron ser tercera ayudante de dirección para la película "Johnny English: de nuevo en acción" con un Rowan Atkinson que hacía de, efectivamente, Johnny English, un super agente inteligente (?) pero que, entre vosotros y una servidora, era otra versión de Mr. Bean without el osito. La verdad es que me lo pensé. Había otros proyectos de superhéroes merodeando que eran tentadores. Pero al final tener la oportunidad de trabajar con un primer ayudante de dirección nuevo y rodar en Francia (Cannes y Niza) me convencieron. 

Así que lo primero que tocaba eran unas pruebas con los especialistas en unas pistas para ensayar con el Austin Martin vintage de Rowan. Como lo oís. El bueno de Mr. Bean tenía un cochazo que rondaba los 400.000 euracos. El automóvil de los años 70 iba a ser uno de los protagonistas de la película así que había que probarlo con el actor. El mismísimo Rowan se presentó a su hora como buen británico, se bajó de un pedazo Range Rover más grande que mi casa, y entonces flipé. Frente a mí estaba el tío más serio, con más cara de aburrido y deprimido que había visto en mi vida. A ver, que no es que esperase que saliese del coche haciendo mimo, pero me chocó que era totalmente opuesto a su personaje. De hecho me dio un mal rollito de cojones. No miraba a los ojos, susurraba más que hablaba y ni dio las gracias al finalizar el día. 

Llamadme especialita, pero seas quien seas, con formas. Digo. 

Desde el principio hubo algo que no me cuadró.

Comenzamos a rodar y desde el inicio estuvo clarinete quién era el jefe ahí. El director y los productores desde luego que no. Era Mr. Bean. Si había que hacer veinte tomas se hacían veinte. El rey del mambo era él y los demás bailábamos al son del genio de la comedia, que para eso era su gepeto en el cartel de la peli. 

La apoteosis fue nuestro primer día en Cannes. Estábamos en la playa rodando una escena donde Johnny English está básicamente teniendo un sueño húmedo. Tiene que correr hacia la actriz, Olga Kurylenko (ex chica Bond, las escoge del montón, él), y retozarse como una albóndiga en la arena. El caso es que yo ya no sé cuántas tomas llevamos, mínimo quince. Pero el sol se nos estaba yendo y nos quedaba la de san quintín por rodar. Rowan está pensativo junto a los monitores. El director le comunica que vamos a pasar al siguiente plano. Rowan no lo ve claro, se lleva la mano a la sien y mira al infinito. Los de vídeo comienzan a recoger los monitores frente a él. Los de localizaciones, la carpa que le protege y la silla donde aposenta su pompis. El actor sigue en su misma posición, como incapaz de comprender que, efectivamente, el plano anterior finalizó. Yo le observo, a una distancia prudente. Porque le conozco. Se queda empanado como un cachopo y no hay quien le saque. Veo que farfulla algo. Me acerco. "Can we do another one?" ("¿Podemos hacer otra?"), me pregunta sin mirarme y sin saber siquiera quién soy, of course. "We've already moved on I'm afraid." ("Ya hemos pasado al siguiente plano, me temo"), contesto. "Right, right" ("Claro, claro"), afirma. Pero no se mueve. Sigue en su mundo Mr. Beaniano sin, aparentemente, ningún atisbo de mover un solo músculo. Hago lo que en la vida pensé que haría, le pido a uno de los auxiliares de dirección una silla y un paraguas (lorenzo pega fuerte), se lo ofrezco a Rowan, él se sienta, coge el paraguas y se queda meditando sobre lo que no fue y nunca será. Incapaz de seguir adelante, mirando al mar. Así se quedó, como un poste, hasta que le llamamos para el siguiente plano.

Pero lo mejor, lo más de lo más era su desdoblamiento de personalidad. En mi vida he visto cosa igual. 

Me explico.

Obviamente los actores son actores porque cuando se dice "acción" entran en un universo paralelo. Viajan a un mundo en el que el resto de los mortales no estamos invitados. La gracia como espectadora en un rodaje es cómo entran y salen. Hay algunos que son más naturales, otros más forzados, y luego está Rowan. En mi vida vi cosa igual. 

Es decir, el director gritaba "acción" y todo era gestualidad, pantomima, exageración, ojos que se salían de las órbitas, sonrisas, muecas, fisicalidad, movimiento, gags....una cosa como esta:


Sin embargo, era decir "corten", y en una milésima de segundo era esto otro:


Literal.

Entiendo que los actores no son sus personajes, como Rowan no es Johnny English ni Mr. Bean, pero tiene que haber un término medio, jesús bendito. No puede uno pasar de descoyuntarse la cadera por tres sitios, a cortarse las venas. Bueno, por poder puede porque lo hace, pero no creo que sea muy sano.

Pienso de veras que su personaje se lo ha comido con patatas y guarnición de verduras. Todos nos creemos que nos vamos a encontrar con un ser encantador y en su lugar descubrimos una persona excesivamente formal, una tanto misántropo, que se niega a hacerse fotos con cualquiera de sus fans (verídico) y que apenas sonríe. 

Puede que la risa sea sinónimo de trabajo, tenga un peaje y ya no nos la quiera regalar gratis. O que sufra del síndrome del payaso deprimido, ese que al quitarse el maquillaje no puede afrontar la cruda realidad. Eso sí, montado en un Austin Martin, que tampoco está mal.

A saber...

Y esta, queridos y queridas, es la historia de Mr. Bean y yo.


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