Monday 6 June 2022

Johnny Depp y yo


Queridos y queridas, un día llegué a trabajar como cualquier otro. 

Pero qué digo, empecemos desde el principio...

Era uno de mis primeros trabajos como auxiliar de dirección de cine en Londres. Emocionada es poco. Histérica y un tanto taquicárdica, diría yo. Se trataba, nada más y nada menos que de "Alicia a través del espejo". La secuela de "Alicia en el país de las maravillas" de Tim Burton. ¿El elenco? Johnny Depp, Helena Bonham Carter, Anne Hathaway, Sacha Baron Cohen...nada, principiantes. Y yo, ahí en medio, como una hormiguita intentando labrarme mi propio camino.

Me levantaba casi todas las mañanas hacia las cinco de la mañana y no llegaba a casa hasta las nueve de la noche. Si tenía suerte. 

Mi léxico diario consistía en palabras como "orden de rodaje", "secuencias", "actores", "set", etc. Por fin estaba dentro. Cuantas más horas mejor. Más aprendía, más me empapaba, más me sumergía en un mundo en el que me había costado entrar otro mundo entero.

Era feliz.

Pero que me despisto. Al grano. Aquel día, como comentaba, llegué como cualquier otro. Me dispuse a colocar las sillas para los actores, productores y director frente a los monitores. Llevé cafés a mis jefes. Recolecté las órdenes de rodaje para repartir entre el equipo. No había nada en ese día que me hiciese pensar que fuese a ser distinto. 

Hasta que llegó él. ÉL en mayúsculas.

El mismísimo Johnny Depp.

Llegó al plató como siempre, con su séquito de gente. Seamos sinceras, eran un auténtico coñazo. Que si su publicista, el de seguridad, su peluquero, su maquilladora, la de vestuario, su asistente personal, su agente, su sonidista. Faltaba un saltimbanqui y un contorsionista para completar el circo. En realidad nunca le veías a él, solo las puntas de su peluca naranja y alrededor su entourage como si fuera la mismísima Madonna. 

En esta ocasión, y acostumbrados a que siempre llegase tarde como mínimo una hora, le habíamos llamado demasiado pronto al set. En lugar de que volviese al trailer y tener que poner en marcha a él y toda la troupe del infierno, se decide que se quede en una carpa que tiene para él solo al lado del plató donde vamos a rodar. Allí le acompaña el hombre que se encarga de su seguridad, Terry. Cuando estemos listos le avisaremos y punto. Él, sorprendentemente, accede. 

Como los actores son el bien más preciado de una producción de este calibre (y entre vosotr@s y yo, son como bebés), un@ de nosotr@s se tiene que quedar de niñer@ por si el bueno de Johnny necesita algo o, más bien, por si le da por salir de la carpa e irse a dar un garbeo sin que nos demos cuenta. El segundo ayudante de dirección mira a su alrededor en busca de una víctima. Yo, super disimulada miro al techo. Lo debo haber hecho tan bien, tan sutil, debo haber sido tan perspicaz, que por supuesto me toca a mí el honor de hacer de Super Nanny.

Aburrida como una mona, me pongo a cotillear el móvil. Que si el facebook, el instagram. Lo típico. Hablo un rato con Terry pero poco no vayamos a molestar al señorito Depp. Hasta que de pronto algo capta mi interés. Al principio no soy muy consciente de qué es. Pero algo ha cambiado en el ambiente. Es muy leve. Es un olor, dulzón. De pronto, caigo. Y no solo caigo, lo huelo del todo. Esto es marihuana, queridos y queridas. Pero marihuana de la güena, güena. De la de "hey rastafari, man". De la de No woman, no cry. Vamos, que me estoy pillando una fumada importante. Porque el asunto ya no es tenue. El tema es intenso. Miro a Terry, en plan, "¿hello?". Él encoge los hombros, supongo, acostumbrado al asunto. Estupendo. Yo sabía que nuestro Johnny le daba a los Red Bulls como si no hubiese un mañana, pero lo del cannabis con las bebidas energéticas que te dan alas es toda una novedad. Menudo subidón, amig@s. No me extraña que hagas de "Sombrerero Loco", amiguito. Menudo cocktail molotov.

Obviamente, la cosa no es que sea ilegal, es que no se puede ni fumar tabaco donde estamos. Está claro que si fuera otra persona le diría que qué moños está haciendo y vete saliendo pa' fuera que es gerundio. Pero claro, quién le dice eso a nuestro Johnny, ¿no?. Pues agárrense que vienen curvas.

Entra uno de los productores.

Y no de cancaneo y sonriente, no. Serio, con el ceño fruncido, y como un toro mihura directo hacia una servidora. Yo, me hago caca claro. Me aparta. "¿Qué es esto, Paula?", susurra enfurecido. "¿Perdón?", pregunto inocentemente. "Todo el estudio huele a marihuana", me dice, como si yo no llevara ya un colocón digno de festival de Woodstock. Suelto la perogrullada del día, "está fumando". "Esto es una película de Disney", insiste. Yo, inocente, asiento ilusionada ante su afirmación. Efectivamente, la Paulis está en una peli de Disney...boom! Pero por su cara intuyo no se refiere a eso. Hasta que me queda bien clarinete. "Ve y dile que no se puede fumar aquí", se gira y se va. 

Ya es que no me haga caca, es que directamente me entra una diarrea que no puedo. Me he quedado mirando boquiabierta la puerta por dónde el señor productor ha salido arrastrando sus dos cojones a modo de bata de cola. Me he quedado sin habla. Parece que me ha dado un vahído. ¿Soy yo o me acaban de endosar el muerto? No, no, definitivamente me han cargado el fiambre. Yo, que esta es mi segunda película, que soy auxiliar de dirección, que me encargo de los cafés, que no he hablado con Johnny Depp en mi puta vida, le tengo que decir que si buenamente pueda apague su porro, gracias. No reacciono. Escucho el familiar sonido del mechero encendiendo el canuto. Veo ese leve humo proveniente de debajo de la carpa. Huelo, de nuevo ese olor dulzón. Comienzo a hiperventilar. ¿Qué coño hago? ¿Dejo que Johnny Depp se ponga ciego a porros como si esto fuera "Apocalipsis Now", o hago caso a mi jefe que para eso es mi jefe pero que me acaba de hacer la "trece catorce"? No sé si es que es porque voy fumada o porque el de seguridad no está por ningún lado pero con mi par de ovarios me acerco a la carpa y, antes de que me de un parraque, suelto un timidísimo "¿Johnny?". Él y sus dos ojos rojos como dos tomates de huerta murciana abren la carpa y me miran. Fuck, fuck, fuck esto es muy fuerte Paulis. "¿Están listos en el set?", me pregunta. Yo, que no estaba preparada para el contacto visual le miro unos segundos de más. Esta conversación es de besugos. O de fumados. "Mmmm, no casi, es que me han dicho que aquí no se puede fumar, lo siento", le contesto, consciente de que tengo la boca como la suela de un zapato. Johnny me mira, me sonríe y me dice, "Claro, por supuesto". "Gracias", le contesto. Y con ello, cierra la carpa de nuevo.

Mira que soy una puta drama queen. Tanta hiperventilación para nada.

No volví a hablar con Johnny Depp.

Miento. Pero como una bellaca. 

El último día de rodaje, una vez finalizado su último plano, salió de su papel y se convirtió en un ser humano que agradecía a cada uno de nosotros la labor que habíamos realizado durante tres meses. Se hizo fotos y firmó autógrafos. Hablo de unas trescientas personas. Desde gente de cámara a los de catering. Las cosas como son.

¿Una servidora?, observaba el percal de lejos alérgica a todo tipo de multitudes con un trozo de pizza en la mano a las tres de la mañana. Sin embargo y de pronto, sin comerlo ni beberlo, le tengo a dos metros. Se paró, me miró y me preguntó sonriendo, "Can I smoke now?" ("¿Ahora puedo fumar?"). 

"You can do whatever you want" ("Puedes hacer lo que quieras"), le contesté.

Visto lo visto, fue casi premonitorio...

Y esta es la historia de Johnny Depp y yo.





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