Monday 4 July 2022

Helena Bonham Carter y yo


 Queridas y queridos, corría el año 2014, cuando una servidora se adentró, por fin, en el maravilloso mundo del cine - mi pasión. Fueron seis años como seis soles llenos de curros de mierda y currículums mandados a gógó en Londres.  Un día un ayudante de dirección me dijo, "¿estás libre mañana?, a lo que yo contesté, "llevo libre años". Él se rió, pero yo lo decía totalmente en serio. Esa llamada me llevó a mis tres primeros días de trabajo. Ese trabajo a mi primera película, y esa primera película a la segunda. No era otra que "Alicia a través del espejo". Os sonará por una pequeña anécdota con Johnny Depp...

Sin embargo, y a pesar de dicha anécdota, yo no trataba directamente con los actores, ellos tenían sus propios asistentes personales. Yo me encargaba más de los cafés para mis jefes, las órdenes de rodaje, las sillas para los productores, directores y actores, y cualquier cosa que pudiese surgir en el set. 

Helena Bonham Carter, la gran Helena Bonham Carter, tenía a Shakir. Shakir seguía a Helena a todos lados. Era como una auténtica polilla. Shakir tenía que ir a todos lados con una cesta de mimbre de picnic llenas de las cosas que a Helena le gustaba tener a mano. Y cuando digo cosas me refiero a absolutamente de todo. Era como una tienda de chino andante. Agua, una coca cola light con pajita, chicles, caramelos de menta, golosinas, barras energéticas, sandwiches, spray hidroalcohólico, kleenex...la cesta pesaba un quintal. Donde estaba Helena estaba Shakir con la cesta. Eran uno, inseparables e indivisibles.

Menos cuando Helena actuaba claro. Aunque Helena nunca dejaba de actuar, no del todo. Una vez que le ponían su vestuario y su maquillaje de Reina de Corazones y entraba en el set ya no era Helena, era su majestad. Su lenguaje corporal cambiaba, cómo se dirigía al equipo y al resto de los actores...era alucinante de ver.

Y eso es lo que hacía yo, ver y escuchar. Nada de hablar e interactuar con ella.

Hasta aquel día. 

Shepperton Studios, Londres. Llegué al set como cualquier otro día. Estaban ensayando una escena. No parecía tener mucho misterio pero sí un poco de coreografía. Los personajes de Anne Hathaway y Sacha Baron Cohen (me tenía que pellizcar de verdad) mantenían un diálogo y en un momento dado Helena Bohnam Carter (otro pellizco) recorría un largo pasillo y entraba en escena en una frase determinada. Para que esto sucediese de forma coordinada, alguien tenía que darle una señal a Helena..."¿Y a quién ponemos para dar la señal?", pregunta el director. El primer ayudante de dirección mira a Helena y justamente detrás de ella, ¿quién se encuentra detrás sujetando la cesta porque casualmente Shakir se ha tenido que ir al baño? "Paula". Trago saliva. "Vale". Shakir vuelve con la lengua fuera, "¿todo bien?", pregunta. "Amazing", contesto que me va a dar un parraque.

Así es cómo va a funcionar. Helena se pone al principio del pasillo, yo detrás de ella, y cuando sea su momento, me avisan por radio, yo le digo "ahora, Helena" y ella comienza a andar diciendo sus frases.

Sencillo, ¿no?

Pues no había manera. No sabemos por qué pero no le salen las frases. Se traba, se confunde, no se gusta.

Yo sigo con mis "ahora, Helena" perpetuos hasta que me digan lo contrario. "Pero...", comienzo a elucubrar conmigo misma. "Y si...", se me ocurre la locura. No nos engañemos, LA gilipollez. "¿Y si ayuda?", me auto convenzo. "No, no, es imposible, es una bobería", me corrijo mentalmente. "¿Qué tienes que perder?", insisto. "¿Mi trabajo? ¿Mi cabeza? ¿No es, al fin y al cabo, la Reina de Corazones?". "No seas cagada Paulis, al toro", remato. Pues ala, al lío. 

Nos preparamos. Me dan la señal. Trago saliva. Miro a Helena, ella me mira. Y lo suelto. "Now, Your Majesty" ("Ahora, Su Majestad") . Por un momento Helena no sabe cómo reaccionar, son décimas de segundo. Me veo en la puta calle. Esta tía me va a mandar a la mierda. Para mi sorpresa, me sonríe y se marcha. La toma es buena, pero en la lejanía oigo que quiere otra más. Espero su vuelta con las piernas temblando como un cervatillo. "¿Cómo te llamabas?", me pregunta a su llegada. "Paula, Your Majesty", le contesto. Vuelve a sonreír. "Gracias". 

A partir de entonces, no solo todas mis señales fueron seguidas de un "Your Majesty" o "Your Highness" para darle otro rollo, sino cada vez que nos veíamos dentro o fuera del set. Ella se reía y con la tontería empezamos a hablar. Sabía un poco de español (su madre era de descendencia española) y había vivido en Salamanca, donde yo había estudiado. Enseguida las bromas estuvieron a la orden del día. Yo no me lo podía creer.

Pero todo principio tiene un fin. Y llegó su último día de rodaje. 

Oí por mi radio que se estaba despidiendo de la gente y no quise ser una más de las que dan el peñazo. Así que me puse a recoger, como si fuera un día más. 

Pero de pronto...

"Paula, ¿dónde estás?", me preguntan por radio. "Recogiendo", contesto. "Vente para la salida que Helena está esperándote para despedirse".

Que me desmayo.

Corrí hacia la salida rápida como un chinche, emocionada. Y allí estaba ella, vestida de reina, esperándome. "Muchas gracias por todo, Paula". "A usted, Su Majestad", le digo mientras hago una reverencia. Nos reímos. Nos abrazamos.

Al llegar al trailer de dirección me encontré una botella de champán con una nota de Helena escrita en español dándome las gracias de nuevo por todo.

Firmado "Su Excelentísima Majestad", por supuesto.

Y esta, queridas y queridos, es la historia de Helena de Bonham Carter y yo.

2 comments:

Anonymous said...

Me encanta esta historia, me emociona! Siempre me ha encantado!

la tía pau said...

❤️❤️❤️❤️