Thursday 5 May 2022

La Bacanal

 


Queridos y queridas, qué miedito da este título, ¿verdad? Temblad, mis pequeños, temblad. Porque vamos a tratar sobre algo escalofriante, terrorífico, horripilante. Algo tan espeluznante como....redoble de tambores....¡la sexualidad femenina! ¡Tacháaaaaaaaaaaan!

Un tema que, a pesar de lo que opine parte del sector masculino, también les ataña. Sí, sí, queridos, como lo oís, algo tenéis que ver de vez en cuando.

Pero empecemos por el principio, que es lo suyo. ¿Qué le lleva, pensaréis, a una servidora a este peliagudo tema?

Podría ser mi excesiva obsesión con el programa "First Dates" de Carlos Sobera. Podría ser, pero no. O mi medianamente recién estrenada experiencia con las aplicaciones de citas, diréis. Pues es otra gran opción, pero tampoco.

Os cuento.

Hace unas semanas, mis amigas Patri, Silvia y yo, nos dispusimos a ir a un cabaret espectáculo llamado "Bacanal". Con el mismísimo Lucifer como maestro de ceremonias, os podéis hacer una idea de la temática del show. Sexo y orgías aderezado con monólogos irreverentes y representaciones de diversos artistas. Desde funambulistas a cantantes pasando por pole dancers. El rollo era oscuro, sensual y divertido. Así que las tres decidimos vestirnos para la ocasión. Es decir, de negro y sexis cada una a su estilo. Yo, que tampoco ando muy católica en esto de la autoestima últimamente, me conformé con enseñar un poco de canalillo y ponerme mis ya clásicos labios rojos o, como me dice Patri "su pin-up favorita". La propia Patri iba monísima con su melenaza ondulada y sus morros morados a juego con su top y un buen taconazo. Pero la que nos dio mil vueltas fue Silvia. Silvia no iba al show, iba del show. Silvia se plantificó un sujetador de lencería que dejaba entrever la mitad de sus senos, un corsé y una falda semi transparente. ¡Ah! Y no olvidemos las medias de rejilla. No solo hay que tener ovarios para ponerse eso, sino seguridad en una misma. La Patri y yo casi nos caemos de espaldas. A su lado parecíamos dos Sor Citröen. 

Así que ni cortas ni perezosas nos fuimos al Coliseum de Coruña, donde se representaba el show. Y mientras buscamos parking llega el primer horror. Nadie, absolutamente nadie, se ha vestido como nosotras.

Es más no pueden ir más insulsos, normales, de a pie. 

Ya verás tú cuando salgamos del coche.

Efectivamente, dicho y hecho. Pero no nos miran a nosotras, no. Absolutamente todo el mundo, y cuando digo todo el mundo digo TODO dios, dirige su mirada a los pechos de Silvia. Sin vergüenza, sin disimulo. Decenas, cientos de punteros láser hacia la misma zona. Ella, que es una diosa, se dirige hacia nuestra mesa como si el fulgor no fuera con ella. Pero yo voy detrás, y veo los gestos de alucinación y hasta de desaprobación. Y lo que me da vergüenza y rabia no es que mi amiga vaya con las tetas al aire, es que nosotros, como sociedad, seamos mujeres u hombres reaccionemos ante unos meros pechos como si fueran armas de destrucción masiva. Las caras de desaprobación de casi todas las féminas, las muecas de babosos absolutos de todos los hombres.

No nos engañemos. El pecho de una mujer es poderoso. Pero también es una amenaza. Es peligroso. 

Un hombre puede salir con el torso desnudo en Instagram pero nosotras nos tenemos que poner estrellitas en los pezones. Tócate la gaita.

Los pechos, son sólo la punta del iceberg (¿lo pilláis? qué malo es). La sexualidad femenina es la amenaza, es el peligro. Una sexualidad femenina libre es, por ende, una mujer independiente. Y eso es terrorífico, no puede ser.

Pongamos como ejemplo la canción de Rosalía "Hentai" en la que osa decir "yo la batí, hasta que se montó" y la gente se volvió loca por lo explícito de la letra. Eso sí, cantantes como Jason Derulo pasan totalmente desapercibidos. En su canción "Talk dirty" ("Habla sucio") llega a cantar "you can suck my penis" ("puedes chupar mi pene"). Y ahí está el buen mozo, eh? No se le ha despeinado ni un pelo de la cabeza. 

Y toooooodo lo anterior me lleva al quid de la cuestión. La última noticia que nos llega de Estados Unidos donde el Supremo se dispone a derogar el derecho del aborto según un borrador.

El culmen de la libertad de la sexualidad femenina.

Yo nunca he tenido que abortar. He tenido sustos que se han quedado en eso sustos. No he tenido ni que comprar un predictor. Mi vida, en ese aspecto ha sido una balsa de aceite. (Por lo menos...).  Pero conozco varias amigas que sí han tenido que abortar y ha sido de todo menos fácil. No es una decisión sencilla, algo que una meta en su "lista de cosas que hacer hoy: comprar el pan, recoger ropa de tintorería, llamar al dentista, ir a abortar". Es algo chungo, pero necesario. Que se prohíba no quiere decir que vaya a dejar de pasar. Que se prohíba quiere decir que la ley ha decidido taparse los ojos y mirar a otro lado. Punto. 

Curioso es que muchos hombres en Estados Unidos durante la pandemia del Covid repitieron sin parar aquello de "mi cuerpo, mi decisión" para no tener que vacunarse. Me pregunto si esos hombres aclamarán con tanto fervor esas mismas palabras para defender el derecho al aborto.

Porque, no nos engañemos, si el aborto fuera un tema masculino uno podría hacerse la intervención en el seven eleven más cercano, sin ningún tipo de lista de espera, y con dos por uno en refrescos de medio litro de regalo.

La sexualidad femenina ha de ser libre o no será. Es de una, propia y genuinamente única. Nada ni nadie puede mandar sobre tu cuerpo y menos, perdonen la burdez, un pene, queridos y queridas.

O como dice Rosalía también, "A ningún hombre consiento, que dicte mi sentencia"


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