Wednesday 4 May 2022

Tinder, Trastornos alimenticios y Trá Trá

 


Queridos y queridas, vuelvo aquí con furia, con un fuego que me llega desde los bajos fondos hasta el último pelo de mi almendra. Vengo con venganza, con calentamiento global en mi cuerpo serrano, con rabia contenida. 

Y eso no puede ser.

Hay que sacarlo todo pá fuera. 

No creo que este post me quede muy gracioso la verdad sea dicha, pero hay veces que las cosas hay que llamarlas por su nombre, sin adornos ni oropeles. En ocasiones, los acontecimientos superan el humor, los chascarrillos, y las metáforas. Lo intentaré, de verdad, pero vengo más quemada que la pipa de un indio.

Tras años de psicoanálisis y de comerme las emociones en forma de pizzas familiares, aprendí que si no sacas lo que hay dentro acabas peor, creedme. Soy la reina del dejarlo todo dentro, del "qué dirán", del "esto no les interesará". Bueno pues a veces, aunque solo te escuches tú misma, ya vale. 

Me centro, que ya sabéis que a veces pierdo el hilo y divago.

El otro día en Tinder hablando con un chico, llamémosle Luis, en vez de conversar sobre cuánto le ponían mis curvas (por ser fina y políticamente correcta, vamos), me vi enfrascada en un diálogo de lo más interesante. El chico me soltó que había sufrido una depresión durante tres años. Así tal cual. Todo porque comentábamos no sé qué del estrés. 

Claro, como lo mío es el drama, me enamoré de él al instante.

Luis no sólo tenía los santos olés de comentar con naturalidad que sufrió una depresión, sino que lo decía en Tinder ni más ni menos. 

Que me diréis, "huye Paula, huuuuuuuuuye!"

Razón, tenéis. Pero parece que no me conocéis, carallo. Sorprendida e intrigada me dispuse a hacerle el tercer grado. Él contestaba sin problemas. Cuando ya me había contado lo suficiente sobre su depresión dije, "este es mi turno". Muy seria le comenté que tenía que decirle algo. "Dime". Trago saliva. Escribo. "Yo estoy saliendo de una depresión." Su contestación. "No me extraña, viviendo en Londres diez años..."

Trá Trá

Me tiene ganada. 

Decido presentarle la guinda de mi pastel. Ya total...

"Bueno, es que además tengo un trastorno alimenticio". Me espero a que me bloquee. 

"¿Y tienes ayuda específica para tu trastorno?". Silencio. ¿Pero este chico de dónde ha salido? En serio, insisto, en Tinder, el mundo del sexo para hoy, ya, de las fotos con morritos, de las parejas buscando un trio...

Me quedo pensativa. Tengo mi psicóloga y mi psiquiatra, que son maravillosos y a los que adoro. Pero nunca he ido a un lugar donde me traten mi trastorno alimenticio como tal. De pronto, esa idea se hace una luz gigante en mi cabeza, "nunca he ido a un lugar donde me traten mi trastorno alimenticio como tal". Espérate que lo tengo que repetir una vez más porque tras 42 años y casi 30 de ellos con esta enfermedad "nunca he ido a un lugar donde me traten mi trastorno alimenticio como tal".

Doy a la moviola y siempre hay una razón para no haber ido. Siempre.

Y ha tenido que venir un chico de Tinder para recordarme que es una opción, una oportunidad, una esperanza.

Reservo hora con mi médico de cabecera ipso facto. Estoy acelerada, nerviosa, emocionada. He verbalizado que necesito ayuda y la estoy buscando. No hay cosa más bonita del mundo, y más difícil.

Llego a la consulta como un saltamontes. Me tiemblan las piernas que parece que me está dando un parraque. Me tendría que haber tomado medio lorazepam.

"Paula Cañas Frías!"

Entro hecha un churro. Sé que voy a tener que verbalizar de nuevo mi secreto a una total desconocida. Eso siempre es duro. Y no sólo eso, hay un grado de vergüenza que no se puede evitar. No me preguntéis por qué. 

El caso es que inspiro, expiro. Le miro a los ojos y le cuento lo que me pasa. Tengo un trastorno alimenticio y necesito ayuda. Tengo un psicólogo y un psiquiatra pero no es suficiente. Hasta hace poco he vuelto a tener bulimia. Ahora he dejado de vomitar (por ahora), pero no puedo parar de darme atracones (otro trastorno alimenticio muy común pero más desconocido).

Ella me mira. Seria.

Yo estoy a punto de llorar.

"¿Y qué quieres que haga?"

¿Perdona? ¿He oído bien? ¿Me falla la audición a mi edad? 

"Si tú ya tienes tu psicóloga y psiquiatra ellos son los que se tienen que ocupar de tu problema. Tienes que hablar con ellos. ¿Has hablado de esto con ellos? ¿No lo suficiente? Bueno pues ahí está el problema, claro. Yo lo que te puedo ofrecer es que aquí sigamos tu peso. Vengas una vez por semana a enfermería a pesarte y así te controlas. Y claro tienes que cuidar lo que comes. Nada de fritos, ni de bollería, ni grasas. Mira aquí creo que tengo....sí, una hoja en la que te marca que alimentos son los más sanos para ingerir. ¿Te parece?"

Silencio.

"Vale".

Salgo de la consulta con un volante para que me pesen en enfermería, un papel con la pirámide alimenticia y con cara de gilipollas.

Trá Trá.

No recuerdo haberme sentido tan maltratada, incómoda e incomprendida con una doctora. En breves minutos se cumplieron todos los estereotipos, todo lo que había leído y escuchado sobre cómo se tratan a las gordas y más con un trastorno alimenticio en ciertas consultas. Como si lo que tuviese fuese un problema liviano y no una enfermedad que te arranca el alma.

Pero, queridos y queridas, mi amigo Luis (lo sé, yo también me parto) volvió a darnos la solución. Nos mandó un link de la Asociación de Anorexia y Bulimia de Coruña y llamé.

Madre mía qué cambio. Todo fue información y comprensión y buenas palabras. Y lo más importante, el sentir que no estoy loca. ¿Que parece una tontería? Bueno, loca estoy un poco, pero ya sabéis a lo que me refiero. Que no te lo estás inventando. Que te mereces que te escuchen, que te tomen en serio, que te traten. Que tu enfermedad es seria. 

Hay lista de espera, eso sí. Así que habrá que tener paciencia. Que no es nuestro fuerte. Ya sabemos que somos más de queremos estar ya allí dándolo todo. Pero es lo que hay.

El caso es que como me dijo Luis, "me debes cincuenta euros".

Trá trá.


No comments: